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«Desintegración en una caja», la cuarta novela de Sebastián Martínez Daniell, narra la disolución de los lazos sociales en una historia fragmentada en capítulos, que podrían ser cuentos autónomos, y aunque las pérdidas protagonizan las escenas de un mundo en crisis, los personajes atraviesan sus penas despojados de tragedia.
«El libro tematiza recurrentemente cierta idea de lo que se pierde, que en algunos momentos tiene que ver con una fibra más personal, íntima y familiar del afecto y, en otros, con los lazos de cohesión social que se desintegran y que hacen que uno salga a buscar dónde refugiarse», sintetiza Martínez Daniell en una entrevista con Télam.
Luego de trabajar ocho años en su novela anterior, «Dos sherpas», publicada en el 2018, Martínez Daniell cuenta que buscó exorcizar aquella larga dedicación y escribió de un tirón el tercer capítulo de esta nueva obra, compuesto por doce páginas en las que sólo hay preguntas. Esa sucesión de interrogantes, que uno de los personajes graba en un casete en un intento por comprender cuándo se terminó el amor, le va dando forma narrativa a los vaivenes de una pareja.
Justamente, ese capítulo actuó como punto de partida para Martínez Daniell: «No sabía si era un cuento porque tengo el vicio de la novela», pero pocos meses después de ese primer texto fueron surgiendo las respuestas «con otro nivel de polifonía y complejidad» y así terminó de corporizarse la historia.
Los personajes, como ingredientes de una receta culinaria, equilibran el tono agridulce de la novela. «Algunos de ellos fueron incorporados sólo para aportar acidez», explica Martínez Daniell, quien dice estar empeñado en evadir el riesgo de lo «empalagoso».
Publicado por editorial Marciana, el libro es un juego entre «lo explícito y lo simbólico, lo abstracto y lo concreto», con información que es revelada por goteo, en un catálogo diverso de voces y ritmos, que llevan al lector a descubrir recién sobre el final de los seis capítulos el inventario completo.
Martínez Daniell (1971) tiene otras obras publicadas: «Semana» (2004) y «Precipitaciones aisladas» (2010) y varias participaciones en antologías de narrativa breve, además de codirigir Editorial Entropía y ejercer la docencia en la carrera de Artes de la Escritura de la UNA.
Tras catorce años dedicados al periodismo, como redactor y editor en una agencia de noticias (Noticias Argentinas), el autor de 52 años ahonda con esta cuarta novela en un ensamblaje singular, una estructura que presenta la historia desde distintos planos, voces y tiempos, con un vocabulario sólido, que obliga al lector a recurrir al diccionario de tanto en tanto.
Este libro es «una invitación a la intriga» porque, como dice el autor, no está el peso de anticipar cómo continúa la historia, sino el objetivo de que «cada capítulo sea en sí mismo una experiencia de lectura reconfortante».
Tiene guiños a la generación que en los 90 grababa casetes en equipos de música a pilas y disfrutaba del octavo álbum de la banda británica The Cure, «Disintegration» (en español, desintegración) que, incluso, está presente en uno de los diálogos de los protagonistas.
Pero también esos objetos funcionan como instrumentos de la memoria, necesarios para recuperar las voces del pasado. Así, en la novela, una mujer que perdió a su madre se aferra al contenido de una caja para evocar fragmentos de otros tiempos. Y esos fragmentos, a su vez, se deforman y multiplican en otras escenas y voces. «Cómo el recuerdo de uno contrasta completamente distinto con el recuerdo del otro y cómo cada uno se va desintegrando», grafica Martínez Daniell.
El autor rompe las estructuras tradicionales de las novelas clásicas (introducción, nudo, puntos de giro y desenlace) y le da rienda suelta a su interés en renovar los cimientos narrativos. «Estoy buscando otros modos de construir las historias. Mi idea es comprometer al lector a navegar esa reconstrucción juntos», señala Martínez Daniell.
Con ese sentido, el libro despliega contrastes entre los cinco relatos, a partir de las múltiples versiones que puede tener un recuerdo, en un contexto que el autor llama la «Amorfia», una suerte de «distopía, que tiene cierto aire de época». Se refiere a un mundo arrasado por la «catástrofe climática» y que sufre la rotura de la convivencia social, con altos riesgos de exclusión para hombres y mujeres.
-¿Podríamos pensar que el tema de «Desintegración en una caja» es el duelo en sus diversas formas y tonalidades?
-Martínez Daniell: Hay un duelo evidente. El libro empieza y termina con una mujer que perdió a su madre y la muerte es una presencia casi constante en la novela, pero en ningún momento se transforma en algo trágico. La muerte es abordada como un fenómeno natural. No está presentada como una clausura de sentido, sino como parte de un proceso casi semiótico, de producción de historias e interpretación del mundo.
– ¿Cuál es la lectura sobre la muerte que se hace a partir de la novela?
-Pese a que la muerte es una presencia casi constante en la novela, en ningún momento se transforma en algo trágico. La muerte es abordada como un fenómeno natural, una viudez que funciona como una suerte de liberación, otra que está mostrada más en una actitud de desconcierto, que de regodeo en la pena… La muerte puede ser metabolizada de muchos modos distintos, no necesariamente como esa cosa inexorable, definitiva y triste. No la muerte como clausura de sentido, sino como parte de un proceso casi semiótico, de producción de historias e interpretación del mundo.
– Cuál es el clima de época que está sugerido en el libro?
– Hay una imposibilidad en ponernos de acuerdo (en la pareja, la familia, la sociedad o la humanidad entera) ni siquiera sobre qué hechos y fenómenos estamos discutiendo, sobre cuáles son los fenómenos que tenemos que abordar. Cuando uno lanza una opinión, no se pone en cuestión la opinión sino si eso que se está diciendo existe o no existe.
Hay una desintegración del referente en el sentido casi semiótico: qué es lo que está más allá del signo, de qué estamos hablando, qué es lo real más allá de la palabra.
A partir de esa desintegración máxima vienen todas los demás, la de los vínculos personales, amorosos, familiares, sociales y de solidaridad colectiva. De todas formas, intenté abrir una ventanita sobre el final de la novela, en cuanto a que no todo está perdido y todavía hay herramientas para reconstruir.
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Fuente Telam