Sócrates ya lo planteaba con notable sabidurÃa en la Antigua Grecia: "Dime cómo se venden las porongas de plástico en tu aldea y te diré en qué sociedad vives". La sentencia cobra (adquiere, queremos decir) total actualidad en el Chaco, donde un sex-shop se ve obligado a publicar en los diarios avisos publicitarios dando como único dato de contacto el código de área de su lÃnea telefónica.
Como se puede ver en la imagen que ilustra este informe, el negocio, ante la pacaterÃa imperante, sólo indica su rubro. Por lo demás, no tiene nombre, no da una dirección fÃsica, no posee sitio web conocido y ni siquiera ofrece un correo electrónico como medio de contacto.
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Empujados a la marginalidad
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Pese a todo, AN logró ubicar a la propietaria del emprendimiento, Daiana Goncalvez, de quien por razones de reserva no publicaremos su apellido materno. Ella admitió que el aviso se publica de ese modo "por las amenazas e inconvenientes que se presentaban cuando dábamos mayores datos".
"Antes, cuando ponÃamos dirección, teléfono, correo y página en internet, todo el tiempo recibÃa mensajes de texto o mails con insultos o advertencias. También inspecciones de todo tipo: municipales, de salubridad de la provincia, de la Afip, etcétera. No le exagero si le digo que hoy en la provincia la mitad de los inspectores tiene una poronga luminosa en el culo gracias a los aprietes que nos daban y a nuestra necesidad de coimearlos de alguna forma", dijo la mujer.
Daiana es una bella bahiana, rubia y de pechos saltones, de unos 35 años, que dejó Brasil en 2005 para lanzarse a la concreción de un amor nacido en la web. En un chat habÃa conocido a un joven chaqueño que la cautivó desde los primeros intercambios de fotos. Pero resultó que él le mostraba imágenes bajadas de un portal de fisicoculturismo. "Grande fue mi decepción al llegar a Resistencia y encontrarme con que él era Atilio Velázquez", contó.
Para entonces, ella habÃa dejado atrás un cargo ejecutivo en una telefónica de su tierra de origen, asà como también una relación de varios años. Demasiadas rupturas como para poder volver. Entonces encaró un par de proyectos. "Empecé con una cooperativa para dar préstamos y después con el sex-shop. Al fin de cuentas en los dos casos el tema está relacionado con culear", dice.
Sin embargo, fue la venta de productos para el placer sexual la que abrió la puerta a múltiples conflictos. "Esta es una sociedad muy reprimida, al punto que al principio la gente entraba preguntando por cremas, juguetes y vibradores, y al final terminaba comprando manteles", recuerda.
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Se hace camino al vibrar
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Pero Daiana no es de las que baja los brazos de inmediato. Mucho menos en Resistencia, donde vuelta y media debe poner los brazos en alto porque es asaltada. Es que su local está en uno de los barrios más inseguros de la ciudad. "Hubo un dÃa en que incluso les tuve que pedir a los chorizos que sacaran número, para ordenarnos un poco", señala.
En cuanto a los gustos de los habitantes de la región, dice que "son particulares. La gente pregunta mucho antes de comprar. Sin ir más lejos, ayer vino una señora que me preguntó todas las capitales de Europa antes de llevarse una tanga hilo".
Los hombres, revela, son minorÃa entre quienes acuden personalmente a ver precios y eventualmente comprar algo, y son menos directos. "Dan muchas vueltas, como esa gente que va al videoclub y mira todas las carátulas de pelÃculas románticas antes de acercarse al mostrador a pedir una porno. Hace unos dÃas un señor me estuvo hablando 45 minutos de la producción de girasol para, al final, pedirme en voz baja y rapidito un alargador peniano", menciona.
Ella dice que la gente, además, es muy quejosa. "Ese mismo hombre me cayó a la mañana siguiente para decirme que el alargador no le funcionaba y que su garompa le seguÃa bailando adentro de la cachuncha de su novia, mucho más joven que él. Por suerte llegamos a un acuerdo: le cambié el alargador peniano por un aplayador vaginal".
Los productos, como se indica en el aviso, son diversos. Hay cremas estimulantes (provocan ceguera temporal y uno no ve que está cogiendo con su mujer o su marido), retardantes (hacen que uno llegue tardÃsimo a casa y encuentre al cónyuge ya dormido/a), juguetes eróticos (por ejemplo, un ludomatic que se juega con porongas de goma) y accesorios varios (aquà Daiana aprovecha su amistad con un autopartista y ofrece paragolpes, fundas para asientos, radiadores y amortiguadores reacondicionados).
Tampoco faltan los disfraces para los excitantes "juegos de rol". "Es algo que tiene bastante salida -dice Daiana-, aunque sacamos de catálogo los disfraces de Coqui y Sandra, porque la gente terminaba muy golpeada".
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Comentarios
A: ¡Saludos, Mati!
Por temor a desvirtuarlas en lo más mÃnimo opté por el "copiar y pegar".
a) "Empecé con una cooperativa para dar préstamos y después con el sex-shop. Al fin de cuentas en los dos casos el tema está relacionado con culear" y
b) "Hubo un dÃa en que incluso les tuve que pedir a los chorizos que sacaran número, para ordenarnos un poco"
Modestamente me permito sugerir que ambos temas deberÃan ser profundizadas por el área de Investigación CientÃfica de la corporación AN, como hicieron con el resonado caso "Affaire").
A: Gracias, Eich I. Derivaremos el tema a nuestros equipos técnicos.
A: Seeeeeee
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