El niño estaba tendido de espaldas en el patio de su casa, revolviendo una brizna de pasto entre los dientes, con las manos detrás de la cabeza y los ojos cerrados. Desde hacía un buen rato había estado creando mundos con su imaginación, completamente abstraído en la tarea.
—¡Adonai! –la voz de su madre se coló en el curso de sus pensamientos-. ¡La cena se enfría, y es la tercera vez que te llamo!
—Ya voy, mamá… -respondió Dios sin abrir los ojos.
Dedicó un último pensamiento a su creación inconclusa. Y encogiéndose de hombros, se alejó sonriendo rumbo al hogar.
Peregrino
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Comentarios
Gracias Peregrino por traerme el grato recuerdo de mi madre y mis abuelas y de mí mismo cuando era chico (que a pesar de mis pocos años ya intuía que el amor que me daban no lo olvidaría jamás).
Muy bueno Pere.
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