Si cuando ibas a la secundaria no te hiciste "la rata", no sé qué joraca hacés en este portal. Para los foráneos, aclaramos: hacerse la rata era ir a la escuela, pero no entrar. Es decir, para padres, tutores o encargados, uno había ido, pero en realidad se producía una borrada junto a amigos, rumbo a bares, pooles, casas que ofrecían asilo, canchitas de fútbol y otros destinos.
Es lo que en otras provincias llaman "hacerse la rabona", y en otros países no tenemos la más trolanga idea de cómo se dirá.
Tu misión, si decides aceptarla, es contar cómo eran tus ratas/rabonas, en qué ocasiones solías ejecutarlas y a qué te dedicabas en esas horas de gozoso fraude.
Comentarios
Todo esto se lo atribuyo a todas las generaciones anteriores,!! ustedes lo difrutaron y nosotros pagamos los platos rotos!!
ADMINISTRADOR: Bueno che, en algo teníamos que tener alguna ventaja los viejos.
Aquí (Perú) le llamamos "hacerse o tirarse la pera" (sí, como la fruta) y se hacía después que tomaban asistencia, porque si no en la tarde a la hora de mostrar el cuaderno de control en la casa te caía tal tunda que ni les cuento, yo lo empecé a hacer en tercero de secundaria, estudiaba en colegio de mujeres con costumbres muy estrictas (en esa época me salió lo rebelde, más aún) vivía en el Puerto del Callao (Lima) todas vivíamos cerca al cole, así que casi siempre que nos hacíamos la pera la playa era el punto fijo, me acuerdo que nos poníamos de acuerdo un día antes para llevar nuestros bikinis, cuando queríamos o teníamos ánimos les avisábamos a los chicos del cole de hombres, entonces la pera era para ir al bowling, al taco (billar) o cualquier sitio donde hubiera juegos de mesa, la sensación de libertad era total nos sentíamos dueñas del mundo, en la mesa jugando a las cartas con tus puchos (cigarros) y la botella de cualquier licor, no importaba lo barato que nos haya costado, la cosa era pasarla divino, aunque al día siguiente la resaca no te dejara vivir porque teníamos que zamparnos toda una mañana de clases de lo que sea, en fin eso era lo de menos, la adolescencia aguanta todo. Total, como
decimos aquí: "Nadie te quita lo bailao".
Y si se nos ocurría hacernos la pera el viernes, puuuucha eso duraba (para mí) hasta las 10 pm (mi abuela me agarraba del cuello si llegaba después) pero igual me divertía como si fuera el último día de vida, parece que hubiera sido asher.
G.
ADMINITRADOR: Quizás hoy es apenas mañana.
Que épocas hermosas aquellas!
Recuerdo cuando estaba en 5to año y nos escapábamos hasta la panadería Royal a buscar los bizcochitos recien salidos del horno para acompañar al tereré en los dias de calor! pensar que nos escapabamos para eso nomas!
Que épocas hermosas aquellas!
Recuerdo cuando estaba en 5to año y nos escapábamos hasta la panadería Royal a buscar los bizcochitos recien salidos del horno para acompañar al tereré en los dias de calor! pensar que nos escapabamos para eso nomas!
El nick Comercio1972, no es ajeno a JW; está incluído totalmente. No sabés cuánto. Y en la rata que dió origen a toooodo este intercambio de anécdotas y añoranzas, mááásss todavía.
Y sí, todos tenemos algún cadavercito en algún lugar.......... .....
También se acordó del día que lo llamó don Kirmayer, el director de la escuela donde me había metido “pupilo”, en primer año de la secundaria, para explicarle amablemente que era la primera vez en la historia de la institución que un “internado” (alumno que está obligado ¡a dormir en la escuela! –¿alguien se puede imaginar algo más estúpido?) se estaba por quedar libre a causa de las faltas.
No, si yo era un experto. Incluso cuando promediaba el segundo año de la secundaria, todavía pupilo, protagonicé la rata más larga de mi carrera hasta ese momento: simplemente me fui un día y no volví más. A los tres meses mi viejo se enteró (él vivía en el Chaco) y me fue a buscar. Me encontró en la calle y me trajo del forro del culo para acá. Ahí empezó mi carrera profesional en el Bachi, en donde participé de unos cuantos saltos desde el primer piso, en plena clase, hacia el patio, y huevadas por el estilo.
Realmente odiaba la escuela, y cuando hago memoria los buenos recuerdos son las meras ratas. En quinto, sexto y séptimo (éramos unas lauchas, salvo el gordo Cobini) nos íbamos a los lagos de Palermo a nadar, nos colgábamos de los sorongos de los biciscafos y molestábamos a los enamorados; a veces alguno se hacía un tajo con las botellas rotas; pescábamos viejas del agua (las tienen que ver, son unos bichos temibles, prehistóricos); a veces veíamos desde lejos que la yuta nos esperaba al lado de nuestras montañitas de ropa, con los perros de mierda que tenían, sabiendo que tarde o temprano tendríamos que salir.
También organizábamos atracos en el centro. El primer desafío era llegar en el tren desde Chilavert (o directamente desde Suárez, sin escalas) hasta Retiro, obviamente sin pagar boleto: dominábamos todos los movimientos del guarda; teníamos una logística envidiable. Si no terminábamos “demorados” en la oficinita de alguna estación, nos íbamos a la calle Florida y entrábamos en manada a las disquerías, arrasando con lo que encontrábamos. Como no elegíamos demasiado, debo decir que por años tuve en mi poder alguna obra en cassette de cierto melancólico bolerista de pelo blanco.
Siempre pensé que los guardias de seguridad nos alentaban, un poco por la frustración de tener que bancarse a los dueños del negocio, salvo una vez que el bobeta de un amiguito (que ahora paga una condena en prisión, pero por otras cosas) se quiso afanar una especie de diminuta calculadora de un mostrador, sin ver que era la registradora del boliche. Cuando pegó el tirón y se dispuso a correr hacia la peatonal, el cable se estiró y quedó clavado en el lugar. El vigilante lo agarró de la solapa y terminamos en una comisaría.
Al final de la secundaria las ratas empezaron a disminuir porque (escuela nocturna) nadie nos impedía salir. Qué clase de banana se toma el olivo cuando está en un lugar por decisión propia. En cambio, era común que algún pibe robara algo en la calle, un estéreo o una cartera, y se metiera en la escuela para hacerse pasar por alumno. Lo bueno de eso es que las razzias que se armaban paralizaban la actividad educativa por un par de horas. Lo malo es que también se producían otros decomisos (muchos años antes de que la Corte la despenalizara).
La última rata que me hice –y única de la que me arrepiento– fue en la facu, faltándome unas poquitas materias para hacerme llamar “Licenciado” y cobrar un lindo beneficio por título. Esa un día de estos la voy a arreglar. Pero mientras tanto, quién me quita lo bailado.
ADMINISTRADOR: Hay que levantar ésa, eh.
Recuerdo patente que mi viejo me dijo una vez:" si terminas en la comisaria, y es fin de semana, te dejo ahi hasta el lunes, así aprendes ! "
Si llegaba a caer a mi casa con una amonestación, me mataba!
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