Los dÃas de invierno han sido exaltados por los poetas como casi perfectos: el gris, las hojas muertas, el aliento dibujado en el aire, la tristeza plúmbica de cada atardecer, la dulce esperanza del sol. Pero que se vayan a cagar. Claro, si sos "poeta" y te podés quedar durmiendo hasta el mediodÃa, hasta en Alaska te da onda el perÃodo de frÃo.
Sin embargo, a aquellos ciudadanos y empresas a los que de verdad les interesa el paÃs, el invierno les significa un voluminoso combo de trastornos, contrariedades y padeceres. AquÃ, un breve compendio de ellos.
La salida de la cama. Que no es estrictamente "de la cama", sino "de la camucha", denominación más frecuente que se le da al lecho en esos dÃas en que amanece con una temperatura de menos de cinco grados.
Pues eso, salir de la camucha en invierno es una autoflagelación que nos hace revivir, una y otra vez, aquel formidable trauma de haber tenido que salir de la panza de mamá para pasarnos al lado inhóspito del universo. La sola ilusión de liberarnos algún dÃa de esta tortura justificarÃa que todos, ya mismo, corriésemos a sumarnos a las filas del anarquismo.
La preparación de la salida de la camucha. Lo separamos del punto anterior porque es todo un proceso aparte. Es decir, por un lado está la tortura de saber que hay que dejar el vientre mat...., perdón, la camucha (hoy estamos un poco regresivos), y la asunción de la inevitabilidad de ese hecho (lo cual es casi admitir la inevitabilidad de la muerte). Por otro lado está el patético intento del ser humano por negar su destino.
La manifestación de esta modesta sublevación está en el recurso del "cinco minutos más", que ha generado una de las polémicas más extensas de la historia de la filosofÃa. Para los antiguos griegos (y sobre todo para los que tenÃan agencias de seguridad en Esparta), apagar el despertador y regalarse a uno mismo un momento extra bajo colchas y frazadas era un acto de suprema debilidad. En ese sentido, adherÃan a la corriente que sostiene que la forma más eficaz de salir de la cama es intempestivamente y sin pensarlo, como quien se retira un apósito de un tirón, en lugar de hacerlo lentamente y arrancándose los pelitos del brazo o de la pierna de a uno.
En la Modernidad, en cambio, resurgió la idea de los "cinco minutitos más", postura que en realidad esconde la profunda convicción de que, sÃ, es verdad, a la muerte no se le puede ganar la batalla final, pero se la puede joder bastante con un esquema de pequeñas guerrillas cotidianas. Una de ellas es extender todo lo posible la estadÃa en la camucha.
Adeptos a esta lÃnea de pensamiento, por eso, ponen su despertador diez o quince minutos antes de la hora a la que en realidad deberÃan levantarse, justamente para poder permitirse esos instantes adicionales de reposo antes de tener que apoyar el pie en suelo, que está más frÃo que Cristina cuando el Néstor le exige que cumpla con los deberes maritales.
Sin embargo, esto dio lugar a una penosa deformación, practicada por quienes, por ejemplo, en plan de hacer cada vez más largo el perÃodo de remoloneo, abusan de la programación anticipada de su despertador. AsÃ, por ejemplo, si deben levantarse a las siete de la mañana, colocan la alarma para las dos y cuarto de la madrugada, con repetición cada cinco o diez minutos, con lo cual se prolonga la agonÃa matinal de un modo exasperante, y además la constante interrupción del sueño deriva en cuadros de paranoia y oligofrenia.
Eso sin contar el tremendo embole que se come el vecino que tiene en su casa su propia habitación pegada a la del adicto a los "cinco minutos más".
La lavada de cara. Según un relevamiento de AN, sólo un 4% de los argentinos tiene canilla de agua caliente en la pileta del baño. El resto, tras salir de la cama en la etapa invernal, se tiene que lavar la jeta con agua helada. Y ahà te quiero ver.
Una técnica que ayuda en estos casos es la del lavado simbólico, que si bien es cuestionable desde el punto de vista de los fundamentalistas de la higiene, no deja de ser una manifestación de buena voluntad. Consiste en pegar apenas una cachetadita con cada mano al chorro de agua que baja del grifo, y luego pegar otro par de palmaditas en nuestras mejillas. Luego se secan las manos con la toalla y nos frotamos el rostro con la lámina de lÃquido que nos quedó en los costados.
Es importante advertir que esto obliga a un paso extra, que es la extracción a dedo de los "quesos" matinales -que se formaron durante el descanso sobre glándulas lacrimales y párpados-, ya que el tenue lavado hÃdrico no los elimina. Si no hay ánimo para quitarlos, al menos darles una pinceladita en tono turquesa, que quedan muy lindos.
El cepillado de dientes. Otro momento desagradable, por lo que se señaló en el punto anterior en cuanto a la indisponibilidad de agua caliente en la bacha del baño. En estos casos, conviene trabajar adecuadamente el concepto de culpa, y después comprar un Mentho Plus Strong.
El uso del bidet. Si la utilización del higienizador orteril es inevitable (consejo: no coma verduras ni tome Activia en las cenas, y déle un lugar privilegiado en sus dietas a los quesos tipo fontina, pategras o reggianito), las opciones son pocas, y dirÃamos que se reducen a dos: 1) Pensar en Julieta DÃaz o Jesica Cirio al momento de abrir la canilla; 2) Si tiene agua caliente en la ducha, lavarse el ojete haciendo "la vertical" debajo de ella.
La empomación. Verdadero tema tabú de los inviernos. Un asunto que flota en la pareja pero nadie se atreve a plantear. De hecho, si una de las partes inicia una aproximación bajo las sábanas por la noche o la madrugada, la otra intentará con todo tipo de recursos desalentar la cópula pensando -no sin razón- que por muy glorioso que sea el encuentro sexual, luego llegará el momento de "pegarse una lavada", trámite que conlleva como mÃnimo dos desgracias: la salida de la camucha y el posterior contacto con el agua helada en una zona tan sensible como la genital.
Generalmente la parte más comprometida en estas situaciones es el hombre. La mujer, luego del enhebramiento, suele hacerse la relajada/dormida para eludir el lavaje y diferirlo hacia la mañana. Un hombre que se precie, en cambio, jamás dejará a su mejor amigo en banda, solitario y pringoso.
En estos casos algunos recomiendan encontrar excusas equivalentes a la femenina sobre el dolor de cabeza ("me dieron un rodillazo en el estómago jugando el fulbo, y no te voy a poder bombear"), plantear condiciones que uno sabe inaceptables para ella ("bueno, pero primero la cola") o proponer juegos que arruinarán el clima y derrumbarán el intento cogeril ("dale, pero hagamos de cuenta que vos sos tu hermana, ¿s�").
Y tú, oh, amigo lector, ¿qué otros sufrimientos agregarÃas a la lista?
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Comentarios
PD: Y presiento una evacuacion intestinal...oj alá sea un flato,sino voy a tener que ir a garcar,y la tabla del inodoro..sabemo s de su baja temperatura.
A: Exacto, el asiento del inodoro es otro enemigo en la garcación. Y ni hablar de si te echás un poco hacia atrás y la espalda toca la tapa del ino, instalada verticalmente detrás de uno.
No, si hay que ser muy macho en el invierno.
Eso es TRAICIÓN ... las muy turras se aprovechan del fresquete polar para seducirnos vilmente !!!
Claaarooo, la señorita prentende darnos un beso y un abrazo fraternal y que después de palpar (por descuido, lo juro) y por franelear al mango (por descuido, lo juro) mesejante merca, se la dejemos pasar, más calientes que un ruso en el bosque !!! (tá en interné, Admin)
No, Señorita !!! Jamás !!!
Los Hermanos Angauceros (Machistas - Leninistas) por siempre y por el fin de los tiempos sostrendremos a nuestra bandera, la del Chuni BenÃte, como nuestra !!!
AN Al Palo !!! (ANAP, sà señó) !!!
A bajar las calzas y a subir los mástiles !!! No calienta el frÃo, es una Orden, carajo !!!
Qué ??? No se enteraron de que Maldonado anuncia el Fin del Universo mañana ???
A: Monchi, tomate un café caliente y ponete una bolsa de hielo en la cabeza, no te queremos perder.
Otra es dormir con la ropa puesta...
A: Jaja, sÃ, tenés razón. ¿Y las minas que usan pollera en estos tiempos?¿Nos cuentan cómo miércoles hacen?
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