En Angaú Noticias ya hemos brindado alguna vez un informe sobre los indicios de que tu pareja se avergüenza de vos, y otros tópicos conexos, pero en este caso, si bien hay proximidad con aquellas cuestiones, las alertas a considerar son distintas.
Es que de lo que vamos a hablar es de esos ruiditos, imperceptibles para quien no suele estar atento a las pequeñas cosas, que en realidad anuncian los sismos que, de buenas a primeras, te hacen descubrir que en las cosas del amor uno nunca pasa a planta, por más años que lleves en el cargo.
Tomá nota, y después no digas que nadie te avisó:
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Ella ya no se rÃe de tus bromas más exitosas. Y si no las más exitosas, sà las que más orgullo te provocaban a vos. Por ejemplo, el tÃpico pedo estruendoso bajo las sábanas, en el despertar de los domingos.
En realidad, a ella nunca le cerró esa joda (a vos tampoco te cerró, por eso te soltabas el dope jio jio jio), pero en los años del amor, se reÃa porque en realidad lo que sà disfrutaba era tu alegrÃa por la pelotudez. Pero en los nuevos tiempos de la ternura emigrada, la broma quedó desnuda y ya es sólo lo que es: una chanchada de mierda que ella no se banca.
Es más, ya lo saben todas sus amigas, sus padres y el psicólogo que les hace la terapia de pareja (que por eso no te deja ocupar el diván).
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El ya no te elogia todas las prendas nuevas. Cuando el aire alrededor de ustedes olÃa a miel, cada vez que te comprabas un vestido nuevo, o alguna otra prenda, él le encontraba al toque una virtud, y hacÃa trizas tus propias dudas. "¡pordióoo, qué fuerrrte que te deja!", "ay mamita, cómo te queda ese colorrr!", "jeje, guachita, vas a humillar a todas las bagartas en la fiesta", eran frases que él hacÃa llover en un instante.
En la crisis son reemplazadas por "te hubieras comprado una Kodak, asà aprovechábamos todos esos rollos", "ojalá también vaya la Suller, asà no parecés la única puta decadente" y "no me dijiste que era una joda de disfraces, pero si vas a ir de Moby Dick yo me consigo un arpón y ya zafo".
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Cuando estás enfermo ella no te cuida como antes. Ante una gripe cualquiera, ella faltaba al trabajo aunque luego los jefes la forrearan un mes seguido, y se encargaba de sostener un room service donde no faltaba nada: tecitos con miel y limón, comida ad hoc servida en la cama y alquiler de pelÃculas para que no te aburrieras tanto.
En la nueva situación, cuando te despertás en el primer dÃa de convalecencia, encontrás una notita en la mesa de luz que dice "en la heladera hay agua y una lata de corned beef que no está tan vencida", con una posdata que dice: "en la mesa te dejo el número de teléfono para que confirmes si pusiste bien mis datos en la ficha del seguro".
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Él no te cuida como antes cuando estás enferma. En los primeros tiempos igual era bastante bestia, porque en lugar de arroz hervido te servÃa locro con más chorizo que maÃz, y torpezas por el estilo, pero valÃa la actitud.
Ahora, le revisás el celular, y encontrás entre los mensajes enviados a una tal Silvana, un SMS que dice: "Hoy la pasó bastante igual, y el médico dice que casi seguro zafa. Pero no nos bajoneemos de entrada, que por ahà empeora".
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Ella te ve... tal como sos. Ya no te dice "¡uy esa pancita que me calienta tanto!", sino "la concha de tu madre, Mario, bajá la busarda, pelotudo, que estoy podrida de andar corriéndote los botones".
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Él ya no se enorgullece de que seas su mujer. Con espanto, descubrÃs que en Facebook todas las fotos que él habÃa subido con vos a su lado, ahora siguen estando, pero trucadas con burdos fotomontajes en los que te tapó con plantas, veladores, colas de aviones o imágenes de Google Earth.
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Ella ya no cuida tu prestigio. En aquella otra vida, ella jamás hubiera descuidado tu imagen. Pero ahora, en medio de una de tus habituales bromas de laburo presumiendo de ser todo un semental, uno de los vagos salta diciendo: "¡Callate, gordo, si la Gladi en el perfil del Fei dice que hace tres semanas que tienen que dejar de empomar porque a vó se te baja enseguida jio jio jioooo!"
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Él ya no guarda tus secretos. Se te acerca tu jefe, un tipo con el que siempre tuviste sólo la indispensable comunicación inherente a las cuestiones del laburo, quien luego de hablar en el estacionamiento con tu marido te dice: "Esther, disculpe si la ofendà en la cena de fin de año con el chiste que conté sobre casos de incesto, no sabÃa que usted en su juventud anduvo siete años con su tÃo. Pero es que recién hoy leà lo que posteó su esposo en Twitter".
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Ella aplica la tolerancia cero con tu familia. Su amor, cuando era amor, cubrÃa con un manto de piedad las chanchadas que le hacÃan los suegros. Ahora, en cuanto tu vieja le tira una indirecta venenosa sobre su calidad como cocinera, tu jermu suelta al toque: "SÃ, la lasagna me sale un desastre, pero por lo menos mi hijo nunca me vio peteándolo al sodero mientras mi marido mirada Los Campanelli".
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Él ya no siente la obligación de quedar bien con tus hermanos. Antes, todos hablaban maravillas de él, de su buena onda, de que siempre tenÃa un gesto lindo para dar.
Ahora, tu hermana va a visitarte, él la atiende con cara de ojete, y le dice: "SÃ, está, pero te pido un favor, LucÃa. ¿Podés ir por el pasillo del costado y entrar por el portoncito de atrás? Porque no creo que te pase el culo por esta puerta".
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Ella ya no le otorga a tu palabra un crédito a sola firma. En aquel lejano tramo inicial de la relación, si vos llegabas muy tarde a tu casa, bastaba que informaras que habÃa entrado laburo extra a última hora, para que el caso quedara cerrado. En la nueva realidad, también queda cerrado... en apariencia.
Porque luego, fortuitamente, descubrÃs que todos los demás integrantes de la oficina recibieron llamadas "casuales" de ella que indefectiblemente derivaban en saber si habÃas estado hasta las diez en el trabajo, que recorrió cada milÃmetro cuadrado de tu ropa con una lupa y dos microscopios de criminalÃstica, que hizo olfatear el cuello de la camisa por un comité de ocho amigas y que mientras dormÃas te introdujo un GPS debajo del omóplato. Y, de yapa, interrogatorio hasta las cuatro y media de la madrugada.
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Él ya no te cree que vayas a tantas reuniones de ollas Essen. Por eso trata de ensartarle a su hermana o a la vieja la misión de ir a esos mismos supuestos encuentros; por eso cuando dormÃs te inspecciona ocularmente con máxima discreción para intentar detectar si te hicieron o no la cola en las últimas seis horas; y por eso se desespera cuando tiene que cocinar algo y comprueba, hecho mierda, que en la cocina no hay una puta olla Essen.
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Comentarios
¡No, no, la avioneta y el yate son mÃos, quedamos en eso, carajo!
Llegar del trabajo y tener que comer solo porque tu mujer y tu hijo ya lo hicieron con la excusa de que el nene tiene que ir al club ¿es sÃntoma o ya se fue todo al carajo?
Cuando llegás del trabajo, ella ya no te saluda con un besito en la boca. Sin mirarte, amargamente dice en vos alta...Ya llegaste..???.
Cuando cojen, él no te mira la cara.
Ella no te compra mas boxer, ni slip, ni calzoncillos. Tampoco medias, remeras o camisetas..bah! ... no le importa un carajo si las medias están rotas.
Ella ya no se depila.
El no se lava los dientes para dormir.
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Hay más, pero tengo cita con el abogado...
A: Fuerza, todo va a salir bien.
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