En una cena de Año Nuevo el nivel de presentismo de tu parentela es más elevado que en otras reuniones motivadas por fechas especiales. Entonces, te encontrás con casi todos los personajes que cuelgan de tu árbol genealógico y que están vivos. Del tema ya hemos hablado, directa o indirectamente, en otros artÃculos, pero acá queremos ser más especÃficos y actualizar información y perfiles.
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Si la jugás de visitante, es posta que te vas a encontrar con esta gente:
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El que habla de su parrilla como si fuera una hija. Obviamente, es el dueño de casa. Si le decÃs que "está buena su parrilla", cagaste.
Resignate, en ese caso, a 90 minutos ininterrumpidos en los que te va a contar cómo era la parrilla que tenÃa antes, cómo fue la decisión de hacer una mejor, quién le recomendó el albañil, cómo fueron las tratativas con el obrero, qué cambios de último momento hubo que hacer al proyecto original, el precio al que pagó los ladrillos y otras referencias tanto o más apasionantes.
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La anfitriona culposa. Es uno de los personajes que no siempre aparece con este perfil. Cuando está, es, claro, la esposa del dueño de casa. Pide disculpas por todo: porque hay que tirar el agua del baño metiendo la mano en la mochila del inodoro, porque los mosaicos del patio están desparejos, porque hay sillas rengas, por el olor a velorio que genera el jazmÃn del cielo y otras culpas más.
Lo más común es que haga cargo de todas esas contrariedades a "este infeliz (por su marido) que nunca se decide a hacer lo que hace falta en la casa". En matrimonios de más de veinte años, agregará: "Pero claro, para salir a chupar con los amigos sà tiene tiempo y plata".
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Los tÃos con guita. Están, económicamente, muy por encima del resto. Se les nota en la pilcha, en el vehÃculo con el que llegan, en los consumos refinados de los que hablan, en los viajes que relatan. Pero también se les nota en el asco con que escuchan los chistes vulgares del tÃo Antonio, en el gesto ortesco con el que mastican el asado del anfitrión, en la actitud de trola renegada con la que ella dice "no" cuando le ofrecen morcilla, en la flaccidez de la mano de él cuando saluda, en los besos de ella a las demás mujeres, que son al aire para que sus labios no toquen las mejillas de la negrada.
Se van con cualquier excusa a las doce y diez, porque ya no se aguantan las ganas de sacarle el cuero a los demás. Eso sÃ, en las cenas "a la canasta", llevan media docena de empanadas y morfan como presos lo que los demás llevaron.
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El sobrino lumpen. Tiene más de 30 años y sigue viviendo con los padres, que le mantienen todos los gastos y se endeudan hasta el culo para comprarle al nene "la moto que necesita para ir a la facultad". Lleva siete carreras iniciadas y abandonadas, y no piensa terminar ninguna.
Un estudiante eterno que duerme doce horas por dÃa y se rasca las bolas solo o con amigos las otras doce. En la fiesta, no le presta atención a nadie, saluda como si fuera una estrella de rock hastiada de firmar autógrafos y se pasa la noche concentrado en su celular de dos lucas, obviamente que también pagado por papá y mamita.
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La sobrina conflictuada. Ya desde antes que llegue junto a sus padres, alguien avisa que la nena "está en una crisis" y propone una especie de colecta de afecto y comprensión en su favor. Saluda sin ganas, se sienta sola, un poco lejos del resto, para que se note que no está a gusto, y cada diez minutos le pregunta a la madre cuánto falta para que se vayan.
Algunos voluntariosos intentan animarla, bromeando a la distancia con ella, pero les dedica una sonrisa de un segundo, onda "qué boludos que son, dense cuenta de que ustedes no me pueden resolver nada porque todo es una mierda". Por suerte los pendejos rompebolas de la noche suelen martirizarla tirándoles cohetes por las patas.
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La que siempre se opera de algo. Puede ser una tÃa o una cuñada. Cada año llega a la cena con una o dos cirugÃas nuevas, que cuenta a dúo con el marido. De una a dos horas escuchando detalles a veces anodinos, a veces truculentos, sobre diagnósticos, estudios, charlas con médicos, operaciones, posoperatorios, medicaciones, drenajes, infecciones y demás.
Cuando se trata de un tipo, la remata abriéndose la camisa o bajándose el pantalón para mostrar la cicatriz.
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El que sabe. Sus temas son la polÃtica y la economÃa. Él lee dos diarios y mira a veces programas de entrevistas en el cable, asà que se considera más que autorizado a obsequiar a la mesa con un análisis de 160 minutos sobre la situación del paÃs y las perspectivas para el nuevo año. Habla pausado, lo que torna todo más plúmbico e insufrible, y si alguien le refuta algo, él sonrÃe como si hubiera escuchado una soberana pelotudez y repite lo suyo con tono de "si te lo digo yo, ponele la firma".
Como los pueblos nunca se suicidan, después de la primera media hora los comensales comienzan a iniciar charlitas en voz baja con los parientes que tienen al lado, hasta que tras otros 30 minutos ya todo el mundo habla casi a los gritos sobre quince temas diferentes y él se tiene que conformar con alquilarle la oreja al boludo que tuvo la mala suerte de ser ubicado junto al sabio.
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Los tÃos pobres. Casi siempre son infinitamente más piolas que los tÃos con guita. Hay dos grupos: los tÃos pobres que no quieren parecer pobres y los tÃos pobres que llevan dignamente su pobreza. Los primeros, en las cenas a la canasta, llevan comidas caras y vinos de mucho nivel, que los demás hacen de goma sin permitirles probar siquiera un bocado, aunque se quemaron los aguinaldos en la movida.
Los otros la pasan bien, salvo por el hecho de que los demás sà creen que hay que tenerles lástima por su pobreza. Entonces les dedican, como si ellos lo necesitaran, frases del tipo "ojalá yo tuviera un Citroen '71, como vos, porque consumen mucho menos que mi Hilux" o "mirá, agradezcan que no tienen aire en la casa, porque el cambio de temperatura cuando salÃs de una habitación refrigerada y afuera hace 48 grados te hace re-mal".
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El cuñado guampeador. El vago metió la gamba, y la mujer lo pilló en relación clandestina con una atorranta. Por eso, cuando llega, todos lo miran juzgándolo y, a los diez minutos, ya condenándolo. Incluso lo hacen los tipos, que en lugar de priorizar una cuestión de género, lo estigmatizan porque de ese modo blanquean la inmensa envidia que le tienen.
Al cuñado guampeador lo saludan, le hablan, le pasan la ensalada rusa, pero él sabe que hay una actuación en todos esos gestos, y que todos lo consideran un reverendo hijo de puta. Es más, cuando ve pares de parientes hablando en voz baja, les lee los labios, y ve claramente que de él dicen "re-ve-ren-do hi-jo de pu-ta".
Cuando se va, hasta los que quedaron borrachos tirados sobre el pasto se levantan para cuerearlo en voz alta.
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El nuevo macho de una hermana. Ella se separó, y tras un buen tiempo sola, empezó una relación con alguien, y aparece en la cena con el quÃa. Es una silenciosa presentación oficial a la familia, que para entonces tiene más datos del pobre infeliz que la misma mina.
Si se quiere hacer el serio, van a decir de él que es un forro. Si se quiere hacer el simpático, dirán que está sobreactuando, y que eso indica que en el fondo es un forro. No tiene salida.
Y si el ex de ella era un tipo popular en las reuniones, chau: mejor que el nuevo se sirva solo el arrollado de pollo, porque nadie piensa darle bola ni aunque sufra un ataque de epilepsia que lo haga caer sobre la parrilla.
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La nueva mujer de un hermano. El viene de una enésima separación, y aparece con nueva mina en la reunión. El vago no avisó nada, asà que la presencia de la yegua nueva ahÃ, entre todos, conmociona y desestructura a la parentela por media hora.
Luego, los sectores más activos del grupo -las cuñadas- se reagrupan e inician el discreto despedazamiento de la recién llegada. Si está buena de cuero, será peor, y la rama femenina dirá que la guacha vivÃa de desfilar por todos los barcos en el puerto. Los hombres, al escuchar eso, no ocultarán su desesperación por caerle bien.
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El pendejo rompequinotos. Es chiquito pero dotado de una inmensa capacidad operativa para arruinar reuniones. Interrumpe conversaciones, pide todo a los gritos y casi llorando, habla con un tonito quejumbroso que inspira un deseo irrefrenable de ensartarle la fuente de la ensalda rusa en la jeta, rompe cosas, toca lo que ya le dijeron diez mil veces que no tiene que tocar, molesta a los demás chicos y -sobre todo- nunca se cansa.
Uno aprende con ellos el arte de patear tobillos y retorcer orejas haciendo que parezcan accidentes, y, luego de decirles discretamente a los otros sobrinos "si los sigue jodiendo cáguenlo a palos", adquiere una mirada más comprensiva sobre los crÃmenes por encargo.
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El emotivo. Puede ser hombre o mujer. Suele ser el que dice, tooodos los 31 de diciembre, que "el año pasó volando". Después, ya medio en pedo, recuerda a los muertos de la familia, dice frases pretendidamente poéticas pero súper berretas, y llora un rato después de la medianoche.
Algunos se prenden en su letanÃa, pero sólo hasta que empieza a vomitar y lo mandan a la mierda.
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La serpiente. Las estadÃsticas son contundentes en señalar que de cada veinte casos de este tipo, sólo uno es hombre. Habitualmente, se trata de una cuñada que valora este tipo de reuniones familiares como una incomparable ocasión de cosechar información útil para poder hablar mal de todos.
Para poder completar el proceso y ser feliz, le resulta fundamental tener a quien ir soltándole sus comentarios, rol que suele cumplir su marido, otra cuñada o -de últimas- una amiga a la que llama por teléfono desde la reunión.
Siente un placer adictivo cada vez que dice cosas como "para qué se pone Julieta ese vestido si parece la ballena hija de Don Cangrejo"; "seguro que tu viejo se hizo este quincho vendiendo paco"; "y sÃ, Mariana está más flaca pero obvio que va a adelgazar si en el trabajo se la pasan empomándola de a cuatro"; o "fijate cómo comen los hijos de Rogelio, cómo se nota que él se gasta todo en la timba y no les compra ni leche".
Y tú, oh, lector, ¿qué otros personajes anotarÃas en esta lista?
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Comentarios
¿Hace mucho que lo creaste? Entraré todas las semanas, su diseño
muy agradable.
A: Se actúa la amabilidad descripta, paquel tipo no se dea encuenta de que lestán odiando, pero con toda la intención de que se dea encuenta.
Si algo cuidamo acá son lo testo.
A los párvulos se los comprende ya vienen fallados y estas tonterÃas los entusiasma un rato para que no jodan.
La familia sidra: variante de los tÃos con guita, traen una sidra de plástico y se toman todo el ananá fizz, (hasta el que no tiene alcohol).
asi tambien cuando aparece la hermana que enviudo hace poco , le pregunta : porque no vino evaristo?? y cosas asi
todos se miran entre si nerviosos y se hacen señas para que el que este mas cerca le sirva urgente la comida y deje de hablar...
El pobre empieza a sospechar desde que se abre la puerta, todas esas caras mirándolo con demasiada sonrisa, demasiada amabilidad, demasiado interés por conocerlo, todos quieren darle un poco de charla, sorprende varias miradas cómplices señalándolo con movimiento de cabeza, cuchicheos, hasta los chicos están amenazados para que lo hagan sentir cómodo.
Y el vago ya mira a su noviecita con otros ojos, toda la santa velada preguntándose qué carajo le están queriendo enchufar.
El hermano reconciliado: Se reconciliaron 15 minutos antes de navidad. La familia estaba afilando la lengua para hablar mal de la yegua de la cuñada, justo en el momento que aparece del brazo del hermano.
A: ¡BuenÃsimo!
A: ¡Gracias totales!
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