Fernando Marengo les devolvió a millones de hombres el orgullo de pertenecer a un género que cada vez tiene peor prensa, pero de inmediato destruyó todo lo que habÃa construido. "Generaciones enteras pagarán el precio de lo que hizo este pelotudo al fugarse antes de su boda y reaparecer tres dÃas después diciendo que estaba arrepentido", dijo Egberto Milano Garcés, presidente de la ONG "Salvemos al Hombre".
La indignación del dirigente es por el feroz giro que tuvo la historia de Marengo, quien el sábado pasado, a horas de que se celebrara el enlace matrimonial con su novia, desapareció sin dejar rastros. Se tejieron las más variadas hipótesis, pero en la vereda masculina la noticia se expandió a la velocidad de la luz, imbuida de una sensación de felicidad por la liberación ajena.
"Fernando, en ese momento y hasta su vergonzante reaparición, fue un amigo, un hermano de todos. Se notaba en la cara de los vagos con los que uno se cruzaba. Ese brillo en los ojos, esa euforia, el saludo efusivo entre pares y al toque '¿viste lo del flaco que se borró antes del casamiento?' Acá, enfrente de nuestro local, la gente pasaba y tocaba bocina. '¡Vamos que se puede!', gritaban los muchachos. Y te hablo de gente de todas las edades. Chicos jóvenes, abuelos. Y ahora, todo tirado a la mierda por este cagón", dice Milano Garcés.
Tres dÃas inolvidables
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Marengo (foto) se borró el sábado por la mañana, en su ciudad de Santa Fe. A su novia y a su familia les habÃa dicho que se iba a saldar los pagos comprometidos con la empresa encargada de la fiesta pos-enlace. Luego de eso, ya nadie tuvo noticias de él. Accidente, secuestro, crimen, muerte súbita, pérdida de la memoria, abducción extraterrestre, fueron algunas de las teorÃas que fueron rodando con el paso de las horas. Llegó la noche sin novedades. La boda se canceló. "Se cagó en el matrimonio", era lo que todos decÃan por lo bajo.
La novia estaba destrozada. Su desazón y frustración sólo eran superadas por la del boludo que habÃa tenido que editar durante nueve horas el insufrible video con las fotos de la pareja bailando en los albores de la relación, de la pareja sentada en una mesa familiar, de la pareja junto al cucú de Carlos Paz, de la pareja abriendo un paquete de Lincoln, de la pareja otra vez en el cucú de Carlos Paz pero en la parte de atrás.
Llegó el domingo: cero noticias, mucha angustia familiar. "Se habrá ido a un cajero automático con mucha fila", buscaban tranquilizarse entre sus parientes. "Siempre dije que era un sorete de tipo", se escuchaba entre la parentela de ella. "Es un mostro", decÃan los amigos de él entre cerveza y cerveza. "Se veÃa venir", se mensajeaban las amigas de ella.
El lunes llegó repleto de ansiedades. Se encararon campañas en Facebook, sobre todo promovidas por las compañeras de la novia. "Por favor -se leÃa en los posteos, acompañados de una foto de Fernando-, si lo viste, avisanos. Tenemos miedo de que le haya pasado algo al reverendo hijo de remil putas".
El martes se produjo el trágico final. Una lacra a la que no podrÃamos llamar hombre dio aviso de que habÃa visto a alguien idéntico a Marengo en Rosario. Las amigas de la chica enfocaron la búsqueda, movilizaron a cientos de otras serpientes y arrinconaron al prófugo en una pensión cercana al puerto. "De acá me sacan soltero o muerto", se envalentonó él desde el interior del albergue. Pero la cobardÃa lo venció, y se entregó.
De regreso a Santa Fe, dio una lloriqueante conferencia de prensa en la que dijo que se escapó porque no podÃa pagar la fiesta y lo desbordaba la vergüenza de tener que cancelar la celebración por la boda. A su lado, la novia lo escuchaba dar las explicaciones a los medios, con tÃpico gesto de "eso, hablá, explicá, que después yo me voy a encargar de cobrarte estos tres dÃas con toda una vida".
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"Es un golpe duro"
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En la sede de SAH, Milano Garcés recibe constamente a socios de la ONG y llamados telefónicos de distintos puntos del paÃs. Habla como si estuviera velando a un ser querido. "SÃ... sÃ... pero bueno, ya está, ahora hay que tratar de remontar toda esta mierda y seguir", le escuchamos decir a uno de sus tantos interlocutores. Un sujeto añoso se acerca, lo abraza, le aprieta los hombros y con la voz quebrada le dirige su mensaje: "Fuerza, eh, fuerza, a no aflojar, que la vida sigue y de este guampachata nos vamos a estar riendo dentro de cinco años".
Garcés, de unos 55 años, robusto, pequeños rulos al ras y repartidos en una cabezota entrecana, se pasa la mano por el cuello como queriendo quitarse el dÃa. Nos lleva a un costado de la sala para que podamos hablar, y se recuesta en la pared a la espera de las preguntas. "Es un golpe duro, viste, eso no tiene sentido negarlo", casi susurra, mientras desarma un pañuelo de papel para secarse la frente transpirada. En el otro rincón, un grupo silencioso mira en la tele una repetición de la entrevista a Marengo. No hacen comentarios, están inmóviles como muñecos de cera.
"Son las cosas que te hacen sentir que no tiene sentido seguir con todo esto -retoma Garcés en su diálogo con Angaú Noticias-. ¿Qué mierda tienen en la cabeza? Ya habÃa hecho lo más difÃcil, nosotros (y esto te lo digo a vos ahora, porque ya no tiene sentido callarlo) habÃamos podido tomar contacto con él el lunes a la mañana, se le habÃa dicho que iba a haber apoyo logÃstico, que habÃa toda una red que lo iba a cuidar, que se le iban a hacer las milanesas como las de la vieja... Y se cagó, qué querés que te diga. Pero la cagada es que nos arrastra a todos. Generaciones pagarán el precio de lo que hizo este pelotudo. Acá triunfó el sistema otra vez. Hasta ayer veÃamos la noticia y nos cagámos de risa nosotros. Hoy se cagan de risa nuestras mujeres. Se burlan, te rebajan, te rrrrremueeeeeven la herida".
Un hombre delgado, de ojos rojos y con una remera tardÃa que dice "Todos somos Fernando", se acerca con un pequeño trote extendiéndole un teléfono. Garcés hace un gesto de que no lo molesten, el otro ofrece el celular más enérgicamente y con una mirada apremiante. Nuestro entrevistado toma el artefacto. Se le pone morado el semblante. "Las disculpas se las das a la concha de tu hermana -dice mordiendo las letras-. No, no, no, no te acepto... No... No porque... Escuchá, me importa un sorete... No tenés una idea del daño que causaste... No, ni aparezcas, no hay nada que hablar. Andá con la minita, andá, tarjeteale todo a tu fiesta de mierda y los domingos en vez de fútbol seguà mirando el Canal de las Estrellas. Ahà te vas a acordar de todo lo que hablamos".
Garcés corta e intenta reenganchar el diálogo, pero es como si las ideas le volaran a cinco metros de altura, allá entre las chapas, lejos de su alcance. Llama de un grito a un muchacho que le trae apresuradamente un vaso de agua. "Hablamos mañana, ¿puede ser? Está todo muy fresco", nos pide. Cuando nos estamos yendo, termina la repetición de la nota con Marengo en la TV. La lluvia de puteadas estalló cuando ya estábamos en la vereda.
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Comentarios
Que pelotudo, por favor!!. De ella no me sorprende, para esa caripela no hay muchas ofertas...
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