"¿A vos te gusta el guiso haora o todavÃa no?", preguntó ella, y él se dio encuenta ensegida de que si tiraba de ese piolÃn alomejormente consegÃa más cosa. Y no se equibocó. Ella le contó de cómo chillaba en su sillita de bebé ni bien veÃa el guisacho asercándose en el plato, de cómo ella a vese le disfrasaba la cosa con mucho pollo y queso rallado, de que a la final le tubo que inbentar que eso comÃan los boseadore y por eso eran tan fuerte, y que todo en la casa se pusieron de acuerdo y después de que él comÃa le sasÃa darle la mano y lo sotro simulaban que el gurà les rebentaba lo dedo de tanta juersa que avÃa juntado.
Despué ella volbió al silensio, a mirar sin dar bola el pasar de lo sauto por la calle, a desir frase suelta sin sentido, a pedirle que le saque de la silla de rueda porque tenÃa que ir al trabajo y qué pasaba si le despedÃan por faltadora, y que quién se ivacer cargo de semejante macana.
El pibe la calma. Sentado a su lado sobre las baldosa de la vereda, le dise que se quede tranqui, que nadie la va echar. Le dise que es domingo aunque sea jueve, le muestra que enfrente la chica de los Marconi le sacó a pasear al Chatrán y que el cusquito de miércole fue derechito a mearle las begonia a doña Taty. Ella mira asia el perrito, haora seria y ausente, la mano temblequeante que se aparta los cabellito blanco de la frente.
Ay una brisa linda. El flaco mira a su mamá, que entresierra lo sojo y adelanta un poco la cara asia el vientito, como si se bañara en él, y se sonriye tenuemente. Él también se sonriye, porque cuando ella se pone asÃ, como disfrutando algo, la siente tan cerca que todo parese ser como ante del Alseimer.
"¿Vos te acordá de cuando uno paresido al Chatrán me mordió el talón en carnaval y vó me llebaste corriendo en braso asta el hospital?", intenta él. Pero ella no le contesta, y permanece sambullida en el aire, haora lo sojo cerrado y la sonrisita flameando despasio.
Él no insiste. Sabe que las cosa son hacà nomá, quévacer. No se lamenta ya, no le jode, porque fue aprendiendo cada dÃa un poquito más sobre cómo es la vida de un hijo tardÃo al que su mamá se le va perdiendo, arrastrada por los remolino de la desmemoria y la confusión. Aprendió que esto es como ir de pesca vamoecÃ. Tirar el ansuelito por acá, por allá, asta que en las agua sombrÃa un recuerdo pica y él tironea, despasito, para tratar de sacarlo entero. Sabe, taén, que ese rÃo se va volbiendo cada ves más chiquito, y que ante que desaparesca del todo tiene que tratar de juntar la mayor cantidá posible de pedaso de su infansia. De su infansia contada por ella, que es otra infansia, más presiosa que la que le pueda contar cualquiera, incluido él mismo.
Haora está casi felis. Lo de los guiso es un pescado hermoso, macnÃfico como un dorado. Pero no quiere pensar mucho en eso, porque cuando consige de ella un recuerdo hacÃ, él lo deja para despué. Como cuando en los viaje al mar juntaban piedrita y él no querÃa mirar mucho las que iban metiendo en la bolsita que llebaba ella, porque el plaser era más tarde, a la noche, terminar la cena y echarla a toda sobre la mesa para verlas bien y lustrarle asta que brillen para volber a mirarla. Y despué las ponÃan en fila, eligiendo entre los dó cuále eran las más linda y acomodándole por orden de hermosor.
Lo del guiso, pensó, era una de las piedrita más linda que avÃa sacado en lo súltimo tiempo. Como lo que ella le dijo de cuando empesó a caminar -diesinuebe año satrá- en lo del tÃo Lando, o el asunto de que él le tenÃa miedo al prinsipio a los Reye Mago y ella entonse ponÃa un tejidito en el portón cada atardeser de los 5 de enero "para que no pasen los camello".
"No puedo faltar, me van a echar, sacame de acá", dice ella, de repente enojada. Él se levanta, le acarisia la mano. "Tranquila má, yo te llebo, vas a llegar a tiempo y nadie te va desir nada".
Agarra la silla para entrarla a la casa. La calle se quedó sin sol y refrescó bastante. Cuando están por atrabesar el portón, ella alsa la mano como pidiendo que se detenga un cachito. La brisa camina otra ves por la cuadra, y ella vuelbe a sentirla con los párpados cerrados. Se queda hacÃ, tanto que paresiera estar afrontando un desafÃo de inmobilidad.
"Y despué de que ello se asÃan como que tenÃan las mano rota por tu juersa, vos iva y me pedÃa que te guardara un poco de guiso para la noche también", dise con una carcajadita, tomándolo por sorpresa. A él se le ensienden lo sojo. Se inclina y le besa la frente. Ella se deja. Él mantiene los labio apoyado unos segundo sobre la piel tranparente.
El vientito, haora, huele a océano.
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Comentarios
A: Un hermoso deseo. Gracias por compartirlo.
Gracias chuñi.
A: A vos.
Gracias don chuñi, otra vez hizo que este habitante que llevo adentro y mucho escondo, me traicione y largue unos buenos lagrimones. Un abrazo
A: Un abrazo, Sergio.
A: Sà pué, ay que enllenarle a los viejito del mismo amor que nos daron ello cuando éramo gurise. Un abraso, chamigo.
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