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El narrador de «Casa de nadie», la primera novela del periodista y escritor Laureano Debat, comparte espacio, complicidades y soledades con Jimena y Sonia, una madre y una hija que le alquilan una habitación en un piso de Barcelona, en el que también trabajan como prostitutas, dando lugar a una convivencia de nueve meses que será una etapa de transformación para los tres, ya que sin alarde de lo que se proponen van tomando decisiones sobre lo que desean para sus futuros.
«Lo mío siempre fue provocar historias, ir a buscar que las historias sucedan o provocar el encuentro con gente interesante para entrevistar. Fue buscado ir a Barcelona a través de una beca pero la historia más fascinante que viví fue con ellas y fue sin buscarla, de casualidad, tal como lo cuento en la novela», resalta Debat (Lobería, 1981) en diálogo con Télam vía meet desde Zaragoza.
«Casa de nadie» es su más reciente destino en España. Antes, en 2009, llegó a Barcelona con una beca. En esos primeros años en el país europeo llegó a alquilar una habitación en el piso del barrio de I’Eixample que compartían una madre y una hija, Jimena y Sonia en la novela editada por el sello Candaya.
Debat sigue viviendo en España desde entonces aunque mantiene una relación directa y continúa con Argentina. «Casa de nadie» no su primer libro, ya que antes publicó, con la misma editorial, «Barcelona inconclusa», un conjunto de 33 crónicas en las que la ciudad española es narrada desde barrios como El Raval o Ciutat Meridiana, y se proyecta a través del arte contemporáneo, viajes en bicicleta o caminatas, librerías y rituales atravesados por el fútbol. La primera de esas crónicas tiene como protagonistas a estas mujeres que ahora tomaron más forma en la novela.
«‘Casa de nadie’ es una novela en su forma pero los hechos no son tal cual la realidad sino tal cual los viví y decidí contarlos entonces ahí está la ficción»
Con «Casa de nadie» Debat se animó a la ficción, aunque también puede leerse como la crónica de una casa en la que tres inmigrantes -él de Argentina, la madre y la hija de Chile-, viven su día a día lejos de sus familias pero intentando trazar puentes a través de visitas, charlas o mensajes. Además de ser migrantes, los tres están intentando decidir qué harán con esa estadía en España y los nueve meses que comparten alojan esas dudas, contradicciones y proyectos.
Mientras la novela llega a las librerías argentinas, Debat está terminando un libro con su pareja Marta Armingol, docente y escritora, sobre la historia de la colonización del siglo XX en España.
«Es un trabajo sobre los pueblos de colonización de España que son 300 pueblos nuevos creados por (Francisco) Franco. Marta nació en uno de ellos. Es un libro de ensayos, crónicas», cuenta sobre «Colonización, historias de los pueblos sin historia» que nació cuando ella le contó que su pueblo acababa de cumplir 50 años, la sorpresa porque Lobería, donde había nacido Debat sumaba 120, generó la pregunta por esos territorios y disparó un trabajo de tres años entre viajes y escritura compartida.
-¿Siempre tuviste claro que contar esta historia involucraba la ficción?
-Sí, en realidad está atravesada por la ficción en la forma. Siempre tuve claro que tenía que escribir la historia completa de esos 9 meses que viví cuando recién llegué a Barcelona, después pasaron un montón de años hasta que lo hice. Me costó mucho trabajar esta historia y ponerme con disciplina a escribir una novela. «Casa de nadie» es una novela en su forma pero los hechos no son tal cual la realidad sino tal cual los viví y decidí contarlos entonces ahí está la ficción. La novela tiene dos partes: una narrada en presente y organizada en meses que es una construcción literaria de mí o algo que se parece a lo que fui en 2010 pero también es una crónica de lo que pasa en esa casa.
-¿En qué momento decidiste escribir esta historia?
– Cuando empecé a conocerlas y a descubrir aspectos de su historia como que pertenecían a la clase alta de Chile, cómo llegaron a Barcelona, cómo la hija metió a la madre. Cuando me entero que son prostitutas hacía una semana que estaba viviendo con ellas. A partir de ahí empecé a vivir en la casa no solo como compañero de piso sino también como escritor, entonces empecé a tomar bitácoras. Por otro lado, el día a día que vivía era como el detrás de escena, nunca las vi teniendo sexo con un cliente, para eso me ayudó mucho haber leído la tradición narrativa literaria sobre la prostitución que se centra mucho en el sexo, lo erótico, el cuerpo de la mujer pero no en el detrás de escena de eso. Yo veía cómo se preparaban para recibir un cliente, cómo se divertían cuando contaban anécdotas de ellos o cuando vomitaban.
También fui tratando de recuperar las voces de cada una con su tono, traté de no mediarlas aunque uno las media como autor. No sé si tenía conciencia de escribir todo pero si que iba a escribir sobre eso en algún momento. No eran entrevistas planeadas. Me interesaban como personas. Es difícil separarse como compañero de piso y como escritor. Además estás ahí todo el tiempo.
-Por momentos te tratan casi como a un huésped y hay una pregunta que sobrevuela que es por qué te alquilaron esa habitación. ¿Llegaste a alguna conclusión?
-Creo que la gran pregunta que intenté responder con la novela fue esa y no lo conseguí. Espero que los lectores lo hagan. Creo que se pueden trazar varias hipótesis, creo que Sonia quería una vida normal, quería un compañero de piso que era la contracara de ese estado oculto que era el trabajo de la prostitución. Jimena era más fácil de medir, a Sonia no terminabas de conocerla nunca. Las dos eran muy diferentes: la hija iba al gimnasio todos los días, trabajaba de 9 a 6, no fumaba, no tomaba alcohol, mucho consumo de proteínas; la madre vivió la juventud que no había vivido nunca a los 50 años, era de la clase alta chilena pinochetista, un ama de casa que crio a cinco hijas, rompió modelos, se rebeló.
-El narrador se impacta o incomoda pero ni juzga ni se horroriza, ¿trabajaste especialmente ese tono?
-Fue a propósito. Tuve una educación muy especial, mis padres las conocieron y no se horrorizaron. También tiene que ver con el tipo de literatura que me gusta: la que abre grietas, que deja que el lector pueda participar. Hubo un trabajo en torno a volver sobre ciertas texturas que me permitieron abrir el tema a diferentes lecturas. Hay gente que ha leído la misma escena riéndose y otra horrorizada. También soy un hombre hablando sobre el cuerpo de dos mujeres y me parecía una irresponsabilidad total juzgar, cosificarlas y hacer lo que ha hecho la literatura del macho desde que se habla de prostitutas. Investigué mucho la literatura del siglo XIX que era tremenda, de ahí viene lo de «hacer la calle» porque la única mujer que podía habitar un espacio público era la prostituta. Un pacto ético implícito que tuve con ellas es que también iba a contar mis intimidades, cuento que tomo cocaína, tengo escenas de sexo.
-Por otro lado, los tres protagonistas son inmigrantes sudamericanos. ¿Te interesaba pensar esa forma de habitar una cuidad europea desde Latinoamérica?
-No pensé en esas identidades de tres sudamericanos, pero sí es duro estar en Europa y cada vez más duro por el auge de la derecha, Vox está muy fuerte. Está normalizado que comunista es un insulto. Yo llegué con la crisis europea de 2008 que estalla en 2010. Me costó muchísimo, hoy laburo en una editorial, en un proyecto que me gusta, pero estuve 6, 7 años sin saber qué cobraba a fin de mes, sobreviví, estaba más inestable que estable laboralmente. Fui un inmigrante con trabajos muy precarios, con mucha dificultad para llegar a fin de mes pero primero estuve becado un año para estudiar en Barcelona y esa beca se terminó justo cuando estaba en esa casa, entonces cuento ese quiebre.
«Lo mío siempre fue provocar historias, ir a buscar que las historias sucedan o provocar el encuentro con gente interesante para entrevistar»
-¿Qué pasó con ellas una vez que salió la novela?
– Hace muchos años que no hablo con ellas, se volvieron a Chile y no tuve contacto más que el intercambio de algunos mails. Cuando estaba por salir la novela les avisé, Sonia me dijo «gracias por acordarte de nosotras», muy enigmático el mensaje. No sé si la novela llegó a Chile. Me gustaría que la leyeran pero no sé si las volveré a encontrar. Es probable que si nos encontremos ninguno de los tres seamos las mismas personas, yo tenía 28 años, ahora tengo 42. También dudo porque no sé si ellas quieren recordar ese momento.
-Vos también viviste la transformación de ellas, el momento en el que Sonia decide cambiar de vida.
-Por eso no sé si no es muy violento de mi parte decirles «saqué una novela sobre eso». Quizás les provoco un efecto de tristeza, que no me gustaría. Por eso prefiero que salga de ellas. Me gustaría volver a verlas pero no sé si será posible. Se que están bien, hasta donde supe Sonia tuvo un hijo.
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Fuente Telam