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La evolución, a lo largo del último siglo, del turismo en Mar del Plata se revela a través de un tesoro invaluable en más de 60.000 fotografías y filmaciones meticulosamente recopiladas por el divulgador marplatense Pablo Junco durante un arduo período de 15 años, una aventura que inició como un impulso para reconstruir su historia familiar y que se convirtió en un proyecto monumental que refleja el cambio en la conciencia colectiva de la comunidad.
Esta colección de imágenes, accesible en https://fotosviejasdemardelplata.blogspot.com/, regala algunas gemas de la principal ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires, Mar del Plata, que este sábado cumplirá 150 años de su fundación.
«Puedo remontar, por lo menos, datos de seis generaciones de mi familia», asegura a Télam Junco (57 años), quien en 2009 empezó a escribir sobre la historia de La Armonía, una de las tres estancias originarias de la ciudad y de la que su abuela era gobernanta.
En un momento, ante la imposibilidad de ampliar las narraciones, comenzó a indagar en investigaciones de historiadores como César Gascón, Roberto Barili o Félix de Ayesa, y a buscar gente por su apellido en Facebook, red en la que creó en 2011 un grupo que en la actualidad reúne más de 40.000 cuentas y donde la gente publica fotografías por motu propio.
«Me contacté con cada persona y le pedí (que compartiera) la historia detrás de la imagen. Ahora es un ida y vuelta», relata el dueño de un trabajo que ofrece una ventana única al pasado y una reflexión sobre el devenir del turismo en esta emblemática ciudad costera.
Dentro de una inabarcable nómina de fotografías, una en un color sepia desgastado, que denota el paso del tiempo, muestra la playa Bristol atravesada por un pequeño puente que facilita el paso de visitantes por zonas inundadas, y algunas casillas de madera que comparten espacio con vacas.
La imagen data de 1900, una de esas casillas es rodante y en una de sus paredes se alcanza a leer «Última moda. Negro pescador». Las ruedas están sobre la orilla de la playa, pero el oleaje la roza, y alrededor de la casilla hay varios hombres, tres de ellos vestidos con traje oscuro y sombrero de ala ancha, otros dos de color blanco, y detrás se observan mujeres, una con un vestido largo y acampanado, otra con una nena.
Probablemente, cuando se tomó esa imagen, alguien estaba cambiándose dentro de la pequeña habitación construida en madera y con techo a dos aguas.
«Las aristócratas llegaban a la playa vestidas con prendas que las ocultaban desde el cuello hasta el tobillo y utilizaban maya enteriza para zambullirse en el mar. Una vez afuera, eran cubiertas con capas negras por los bañeros, quienes las acompañaban hasta las casillas. Ahí se cambiaban y volvían a cubrirse», describe Junco, quien ve en las fotografías la clave para complementar las voces de familias pioneras y académicas y reconstruir el humor social de diferentes épocas.
«Por los registros, es fácil identificar que las mujeres y los hombres no se bañaban juntos en el mar, a menos que se tratara de una familia»Pablo Junco
«Ellas disfrutaban de la playa por la tarde, luego de que sus empleadas lo hicieran por la mañana. Además, por los registros, es fácil identificar que las mujeres y los hombres no se bañaban juntos en el mar, a menos que se tratara de una familia», cuenta, sobre la imagen que Carlos Alberto Adá envió para el blog Fotos de Familia del diario La Capital y que se puede observar en su página web.
Algunos años antes, en 1886, esta ciudad balnearia, una villa de pescadores casi desconocida, le daba la bienvenida al primer tren; dos años después, se construía el imponente y ya extinto Hotel Bristol, dos acontecimientos que atrajeron a turistas de alto nivel económico que vacacionaban en la costa europea; este apogeo condujo a la construcción de las primeras ramblas de madera, y el producto de la pesca artesanal empezó a venderse en los alojamientos.
Las imágenes también exponen otros placeres del turismo aristocrático: ellas, con capelinas grandes, camisas, polleras largas, todo liso, y calzado cerrado, y ellos, generalmente, con saco oscuro, pantalón claro y sombrero, jugando al golf en el club de playa Grande, una construcción de estilo anglonormando con vista al mar; tomando el té en el Bristol; de visita en estancias de terratenientes y disfrutando de veladas campestres al aire libre.
Pero también se advierte una transformación en la morfología urbana de la ciudad y cómo la clase aristocrática, que llegaba en trenes a la ciudad de Mar del Plata y colmaba las ramblas, comienza a alejarse paulatinamente de esa área de la costa argentina, en paralelo con la democratización de la ciudad como destino turístico y el fortalecimiento de las clases trabajadoras y del turismo social.
«Dos hechos comenzaron a cambiar un poco la valencia de la ciudad, y el turismo aristocrático comenzó a replegarse en las playas uruguayas o europeas. Una de ellas fue la construcción de los hoteles sindicales durante el Gobierno de Juan Domingo Perón, a partir de 1945, y la otra fue la Ley de Propiedad Horizontal, en 1948», explica Junco.
«Los grandes chalets señoriales de la avenida Colón fueron demolidos para construir edificios en altura y cerca de las playas, una tendencia que marcó el pulso del momento, además del Hotel Provincial y del casino en la zona de Playa Grande, los hoteles de Chapadmalal y hospedajes gremiales y sindicales de seis o siete pisos. Esto impulsó el auge del turismo social», explica el creador del blog.
Las fotografías retratan un escenario diferente, repleto de infancias, personas de la tercera edad y trabajadores que veían por primera vez el mar; también es posible advertir un quiebre en el orden social establecido, porque, sin importar el género, todos comparten los mismos espacios y las feminidades comienzan a mostrar las pieles, con shorts y motivos estampados.
«Con la llegada del turismo social, la moda fue cambiando y relajándose cada vez un poco más, y la bikini, además de cambiar el paradigma de Mar del Plata, transforma la manera en que los turistas se vinculan con el mar», agrega Junco.
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Fuente Telam