Luego del papelón de trascendencia nacional que cometió el Gobierno del Chaco al publicar en los medios provinciales un aviso presentando al 17 de agosto como fecha del nacimiento del General José de San MartÃn, el discurso del gobernador Domingo Peppo alusivo a la recordación no mejoró las cosas.
Muy por el contrario, el mensaje del señor gobernador de todos los chaqueños dejó la impresión de que el desconocimiento sobre la vida del máximo prócer nacional -y sobre aspectos históricos en general- no es una falencia aislada ni circunscripta a algún redactor de la publicidad oficial, sino un rasgo caraterÃstico de la gestión.
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El discurso
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Pero vayamos directamente al mensaje de Peppo, pronunciado ayer en la localidad chaqueña de General San MartÃn, donde se realizó el acto central provincial por el aniversario de la muerte del Padre de la Patria:
"Señor vicegobernador, señores legisladores provinciales y nacionales, señor intendente, señores concejales, autoridades civiles y militares, pueblo de mi provincia: no caben dudas de que cuando evocamos la figura del General José de San MartÃn, el pecho se nos hincha de orgullo por saber que hablamos de la figura más formidable que ha dado nuestra Nación en toda su historia.
Es que hablamos de un hombre que fue capaz de conducir la epopeya libertaria que quitó el yugo español no sólo a nuestro paÃs, sino también a Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y Canadá. Y aunque podrÃa haber optado por dominar esos territorios erigiéndose en una suerte de gran monarca regional, eligió dejar a esos pueblos a solas con sus libertades. Y si arregló eso por alguna plata, estoy seguro de que fue poquÃsima.
San MartÃn, como sabemos todos, nació el 17 de agosto de 1778, en Corrientes. Luego de un tiempo jugando para Mandiyú, se va a España, donde tiene una trayectoria impresionante. Y acá viene el primer acto de grandeza de nuestro querido prócer: pudiendo haberse quedado hasta el final de su carrera en el Real Madrid, se vuelve a este precario proyecto de nación independiente que éramos nosotros, para ver en qué medida podÃa contribuir a que fuésemos fuegos artificiales de nuestro propio destino.
Y vuelve con toda humildad. No pide ser el capitán del equipo, ni exige ser siempre titular en las batallas ni cayó en esos divismos -tan propios de nuestro tiempo- de decir "quiero que lo traigan a tal compinche mÃo que está jugando en la marina real inglesa", o "me prendo pero si le dan unos contratos de obra a mi vieja y a mi hermano".
No, San MartÃn no pone condiciones. Tan pronto pisa el puerto de Buenos Aires, pronuncia aquella célebra frase de que "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", y echa a los Montoneros de la Plaza de Mayo.
Una vez puesto a disposición de la revolución, conforma el Cuerpo de Granaderos a Caballo, para lo cual pide que se lo provea de suficientes caballos. Y de granadas, obviamente. Sólo eso, nada más. Ni gastos de representación ni vales de nafta ni bizcochos con matecocido.
Llega asà el bautismo de fuego, la Batalla de San Lorenzo. Ese dÃa el Gasómetro reventaba de gente. No cabÃa un alfiler. Empezaron mejor las fuerzas realistas, cuidando mucho la pelota en el medio y lateralizando el juego, pero sin generar mayor peligro, hasta que ocurre un imprevisto que pudo ser trágico para todo el continente: se cae el caballo de San MartÃn (el terreno estaba en muy mal estado por un recital que habÃa habido el dÃa anterior) y lo deja atrapado en el suelo. Entonces un soldado español se prepara para liquidarlo, pero se interpone el Sargento Cabral, uno de los mejores números 5 de la historia mundial, y el gallego lo ensarta a él. Y fijensé la grandeza de ese hombre, que ya a punto de expirar, dice: "Muero contento, voy a salir en todos los manuales Estrada".
La pérdida de Cabral hace que las tropas nacionales se insuflen de valor, y dan vuelta un partido que era claramente adverso.
A partir de ahÃ, la historia comenzó decididamente a ser otra. Los argentinos veÃamos que podÃamos, que tenÃamos con qué. Y encima llega el cruce de Los Andes. ClarÃn y los demás medios antiperonistas decÃan que se no se iba a poder, que el cruce costaba muchÃsimo y que esa plata se podÃa invertir en más policÃas en las calles, pero San MartÃn no cedió a las presiones.
Luego del histórico encuentro de él con el General Manuel Belgrano, a quien le pide que vea si le puede armar una bandera antes del viaje, San MartÃn encara esa empresa temible. Fueron dÃas, semanas, de esfuerzo sobrehumano, comiendo apenas charqui y chizitos, hasta que al fin las montañas quedaron atrás y nuestras tropas llegaron a Uruguay. Y de ahi en ferry hasta Chile, para liberar a esa nación y otras.
PodrÃamos seguir abundando en detalles, como su encuentro con BolÃvar, donde hablan de poner al aire Telesur, pero quisiera que nos centremos en lo esencial: San MartÃn era un patriota cabal. No tengo la más mÃnima duda de que si él viviera, ni por las tapas Alemania nos tendrÃa de hijos como nos tiene hoy.
Siempre fue un hombre decidido, que no se detenÃa ante las barreras que consideraba injustas. Su bravura fue tal que se casó con Remedios de Escalada en plena huelga de farmacéuticos. Y, ya retirado, todos sabemos que tuvo tiempo de hacer cientos y cientos de calles, plazas y avenidas en todo el paÃs. Murió a los 70 y pico de años, en un accidente aéreo en MedellÃn, el 24 de junio de 1935.
Don José, lo recordaremos siempre asÃ: decidido, honesto, comprometido con su pueblo, invencible sobre Silver, su caballo.
Este humilde gobernador le dice: gracias, aprendimos su lección. Llevaremos ahora su Patria, nuestra Patria, hasta la victoria final, absoluta y definitiva sobre cualquier opresión imperial, el atraso, la ignominia y la pobreza. Y si no, lo vamos viendo".
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Comentarios
A: :-D
El caballo NO ERA BLANCO...sabelo .
entonces lo único que falta que el caballo blanco no sea blanco jje..
A: Compartimos tu indignación.
A: ¡Viva!
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