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Huesero no, sentimentero. El sorprendente don de Mercedonio Talavera Pintos

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En un par de barrios de Resistencia existen "hueseros" que ganaron fama en toda la ciudad. Sin ninguna formación profesional conexa, y sin siquiera un trimestre cursado en alguna carrera vinculada al ejercicio de la medicina, ellos resuelven cada día con sus manos los padecimientos de decenas de personas que sufren el martirio de alguna contractura o de un esguince.

Aprietan acá, estiran allá, golpean lo que haga falta, y el paciente se maravilla: el dolor se va, o las molestias -al menos- disminuyen notablemente.

Con menos celebridad, en Villa San Juan gana prestigio Mercedonio Talavera Pintos, "el sentimentero", como se lo conoce en las barriadas de toda la zona. "Te acomoda el sentimiento vamoecí, así como los huesero te acomodan lo hueso", explica el escritor y periodista Chuñi Benite, vecino del "consultorio" por el que desfilan no menos de cuarenta personas cada jornada.

 

"Me di cuenta de pedo"

 

Talavera Pintos fue marcador lateral de Chaco For Ever en los '70, cuando los relatores se referían a él como La Motosierra de Villa San Juan. Su lema, repetido en cada entrevista radial, era: "Puede pasar la pelota, pero el jugador no. Y si pasa el jugador, que no pasen sus piernas".

En 1981 llegó el retiro. En la sala de su casa tiene colgados los botines de su partido de despedida. Adheridos a los tapones hay todavía restos de la pantorrilla de Eleuterio Villasán, el wing derecho de Sarmiento al que le tocó marcar en ese match final. "Lindos tiempo", dice él al recibir al equipo de Angaú Noticias.

El ingreso del periodista y el fotógrafo a la vivienda causó malestar en el grupo de hombres y mujeres que aguardaba ser atendido por Mercedonio. "Que esperen, qué puta, manga de infelice", tranquiliza él al abrirnos el paso, sin importarle que todos lo escuchen.

"De esto me di cuenta de pedo. Yo era huesero también, medio por necesidad vamodecí. A veces después de lo partido me quedaba una pata medio torcida, o tenía la espalda hecha bolsa porque los delantero son sere rencoroso y me cagaban a rodillazo el lomo en lo salto de pelota dividida. Entonce yo nomá me acomodaba tendone y articulacione. Pero un día me quise calmar una torcedura de tobillo. Yo andaba bastante depre nomateígo, porque había pasado una semana del retiro y me sentía vacío sin poder talarle a nadie. Y en eso estaba cuando ¡clac!, me acomodé la pata y al toque me sentí alegre", relata.

Mercedonio, como si nada en su vida pudiera desprenderse de su estilo futbolístico, sirve un mate de mierda, hostil, áspero, tan desagradable como una lustrada de canilla en pleno avance hacia el área grande. "Debe ser una casualidá nomá, pensé. Pero al tiempo me agarró el bajón otra vez, y ¡clac!, me moví la misma articulación con un giro brusco hacia la derecha, y santo remedio. ¡Má contento quedaba!"

Él dice que a partir de ahí todo lo que experimentaba no hacía más que confirmarle su teoría. "No sé si viste que los tipo esto que le siguen al busca que vino el año pasado desde la India (Nota de Redacción: el entrevistado se refiere a Ravi Shankar Ratnam, gurú hindú que dirige la organización El Arte de Vivir) a dar curso de respiración, dicen que a cada emoción le corresponde una forma de respirar, y que entonce a cada forma de respirar le debe corresponder una emoción vamodecí. Bueno, yo creo que acá pasa algo parecido. A cada acomodación de güeso y músculo, videntemente le corresponde un sentimiento o una emoción. Si vó cambiá eso, cambian la semocione", sostiene.

 

Testimonios asombrosos

 

"Vengan, si no me creen", dice de repente, y nos lleva a la galería de enfrente, donde siguen esperando por él. "Miren, a éste -dice Mercedonio poniéndose detrás de un hombre delgado de unos 45 años, al que toma por los hombros- no se le paraba ni con la Wanda Nara bailándole lambada, y no era algo físico, porque le hicieron todo lo estudio y resultó que el problema era psicológico lento. ¿Y ahora, Julito, y ahora?". El hombre mira hacia abajo, parece desear ser abducido en ese instante por una nave de seres violetas aunque lo viviseccionen para estudiarlo. "Ahora bien", dice llevándose la mano a la cara como para rascarse la nariz pero en realidad para taparse el rostro, inhibido por las miradas fijas del resto. "Ahora estamo haciendo mantenimiento nomá", aclara el dueño de casa.

Mercedonio no se detiene: "Ella es Ángela, de acá enfrente, de Villa Lo Lirio. Recontra rencorosa andaba porque el marido le metió tanto cuerno que la cabeza de ella parecía el corral de un matadero. En estos caso se le torce el brazo izquiero a la altura del hombro, mientra se le aprieta la costilla y la persona torsiona la rodilla derecha". La mujer no lo deja terminar: "Ahora ando re bien, le eché a la mierda al hijoputa y me arreglo, me produzco vamoecí, bajé ocho kilo, y estoy saliendo con un coletivero que me bombea como cuando yo tenía 18. ¡Un capo el don!"

La mujer que nos avisó de la existencia del sentimentero ya nos había adelantado que nos encontraríamos con casos sorprendentes. Ella nos dio referencias sobre dónde hallar al vecino que no podía olvidar a su primer amor y que luego de ser atendido por Mercedonio al fin logró encajetarse de nuevo, a la viuda que pudo dejar de pensar en las infidelidades de su marido y aprendió a sonreír con las veces en que él le cortaba violetas en el regreso a casa, el poeta que al fin pudo seguir escribiendo versos tristes aun siendo feliz, la joven morena que consiguió sonreír en las despedidas.

 

Técnica severa

 

"¿Se puede ver un procedimiento?", preguntamos. Mercedonio piensa un instante, hasta que aprueba entusiasta con un "¡mavale!" Luego pregunta quién tiene el turno siguiente. Levanta la mano un muchacho de flequillo hasta la punta de la nariz, lánguido y vencido por el acné. "A ver, vó, el pornoquiento, pasá entonce", acelera Mercedonio. "Pornoquiento", repite nuestro fotógrafo, sonriéndose. El flaco pasa avergonzado. En otros tiempos se llamaba "pornoco" a los granos de la adolescencia, porque se decía que esas erupciones eran "pornoco-ger".

El chico se queda de pie en el centro del living, Talavera nos hace señas de que nos sentemos en las silletas que están cerca de la ventana que da a la calle, y él se queda también parado junto al muchacho. "Contame", ordena. "Y no... -arranca el otro, con evidente incomodidad, desviando la mirada hacia nosotros de tanto en tanto-, que me colgó mi mina, se fue con el novio de ante, y ahora no como, no puedo dormir, y siento que me estoy yendo al carajo".

"¿Le clavaba vó a ella?", pregunta Mercedonio. "Sí, arriba de ella, abajo, en cuatro, todo", comenta él con un hilo de voz. "Ajá, la clavaba", dice el especialista, que se acaricia la barbilla. Está con una chomba decolorida y toda transpirada, una bermuda gris llena de manchas de grasa y ojotas que dejan ver sus pies y las uñas de velocirraptor. "La clavaba, entonce...", repite, como si en realidad estuviera emitiendo una música de espera mientras analiza el cuadro.

"¿Angá cagando bien?", interroga. "Sí, eso sí", es la respuesta. "¿Tipo chorizo o popositos redondo?", indaga Mercedonio. "Popositos redondo".

"Y sí, cantado era", dice Talavera. Entonces, con un movimiento veloz y felino, toma del cuello al muchacho, que se espanta e intenta zafar, pero su extrema debilidad le impide ofrecer resistencia. "¡Pará, pelotudo, pará, relajate o no sale!", se fastidia Mercedonio, que sin soltar a la presa le levanta el brazo izquierdo y le ordena que con esa mano se tome la oreja derecha. A la par, Mercedonio mete una pierna entre las dos del chico y empuja la izquierda hacia arriba, hasta dejarla casi paralela al suelo. "Venga, venga, tórsale la cadera, ¡tórsale la cadera, carajo!", me pide Talavera, con la cara roja por el esfuerzo. "Tuérzale", corrijo. "¡Déale, la cajeta de la lora!", apremia Mercedonio.

Apoyo las manos en las costillas del muchacho, que tiembla como una banderita patagónica. Talavera me grita que lo haga girar en el sentido de las agujas del reloj. Comienzo a torsionarlo. Miro hacia el rostro del joven, que infla los cachetes por el ahogo y tiene los ojos sanguinolentos y como a punto de caérseles. Sigo girando, y sigo. Siento que le hice describir un ángulo de aproximadamente 60 grados. "Lo vamos a romper, Talavera", advierto. "Déale, déale, ¡no sea cagón!", me reprende. Llego a ver cómo por la ventana asoman los rostros aterrorizados de varios de los que esperaban en la galería.

Percibo que el cuerpo del chico está al límite, pero sigo forzándolo. Entonces sí: un cuádruple clac sonoro, y el torso de inmediato queda a 90 grados con el eje longitudinal del resto del cuerpo. "Suelteló", dice ahora Talavera, resoplando como un buey pero ya tranquilo, mientras libera el cuello y toma al joven por las axilas, hasta acomodarlo en un sillón verde. Él se estira allí como un bebé que acaba de mamar. Dice algo inentendible, se sonríe, cierra los ojos y empezamos a oír los ronquidos suaves y profundos. "Cuando se despierte, éste se morfa cuatro kilo de milanesa, acuerdesén lo que les digo. Y pa la tarde ya vandar empomando las minita a las que no le estuvo dando bola por culpa de la forra", pronostica Mercedonio.

Horas después, ya en la redacción, recibimos en el celular el mensaje multimedia. Se lo ve al chico bien, exultante, devorando un choripán junto a una petisa impresionante. "Satifasión garantisada o le debolbemo su dinero, jejjje", nos escribe Mercedonio. Asombroso.

 

 

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Comentarios   

 
0 #4 perfumo 02-03-2016 12:00
Era contemporáneo con el Eber Ludueña en Chaco For Ever?
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+2 #3 El Marucho 17-02-2014 16:24
Villa San Juan está cada vez más interesante. Sus vecinos son como esas personas que ni bien las conocés te inspiran a maldecir cuando te tenés que despedir, porque querés quedarte a charlar un rato más... No sé si entiende...

A: Y no, pero sonó lindo, Maru :-)
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+3 #2 RAR 17-02-2014 13:52
Me convencieron, tengo hernia de discos de la columna y sufro bastante , iré a verlo a Mercenorio.
Quiero empezar una nueva vida,
Me entusiasman sus técnicas curatorias porque no usa anestesia.
¿ si mencionó a Angau puedo conseguir pronto una consulta?

A: Lectores de Angaú tienen el servicio VIP los sábados. Llevar toalla.
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+2 #1 Manuel Mandeb 17-02-2014 13:21
Que hubiera sido de los hombres sensibles con un Mercedonio Talavera Pintos en el barrio de Flores?
Un descajete nomateígo.
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