Tantas luce y tantas sombra que ase el amor cuando arriba da vueltas el sol del tiempo, viejita. Tantas luce y tantas sombra.
Pienso en eso cuando te visito para los mate y veo tus pasito lento y corto en la casa silensiosa, que era la casa llena sonidos y voce de ante, cuando estaba el viejo y nosotro éramo unos pendejo que vivÃamo conbensido de que las cosa no se terminaban nunca.
Y no es que reniege de mi vida, viejita. Fui felis, incluso de a rato le sigo siendo, pero ya nada es como aquello. Y descubrà que eso no tubo que ver con mi edá ni con la suerte ni con los manuale. Eso era hacà por vó, que cocinaba sin parar los plato de la alegrÃa, espantando a los montruo con tus antorcha de flan y asúcar quemada. Eras vó asiendo simple la vida. Avian cosa que estaban bien y cosa que estaban mal, y en tu vos esa verdá se volbÃa bellÃsimamente clara y luminosa.
No ecsistÃa un dolor de pansa que tu mano no destruyera, no avia herida que no se amansara con el agua, el jabón y tus palabra. Con tu promesa de estar siempre, no avia muerte que asustara.
Uno nunca más encuentra un amor hacÃ. Y que el degenerado de Froi se meta sus teorÃa en el traste: yo no hablo de la pelotudes ésa del complejo lento de Ed Hipo. Hablo, viejita, de que nunca más algien nos quiere con tanta bondad. Hablo de que nunca más nosotro queremo con tanta fe.
La trampa era el tiempo. Nosotro nos dimo encuenta tarde, vó seguro que ya sabÃa. El tiempo que siempre es como el vaso de agua derramado sobre el cuaderno, que despinta y arrastra las forma y los colore. Que se fue comiendo tu juersa, que va apagando tu mirada, que temblequea en la mano que pasa el mate, que nos tira al rÃo. Y los montruo aprobecharon...
Hacà y todo, el tiempo no te pudo quebrar el alma. Y si ante te parabas en la puerta de nuestros corasone para agarrarte a trompada con las asechansa del hambre y la tristesa, hoy yo sé que te plantás con la misma brabura para vestirte con las mejores sonrisa cuando nos abrÃs la puerta, para que no sépamo de tus dolore al dormir y al despertarte en la cama que se quedó con la mitad vasÃa. Para que no nos demo encuenta que ya no vas a la galerÃa porque ay era donde el viejo te sentaba pa prender la radio y escuchar los bolero que él te dedicaba.
No es que no haya sido felis, viejita, sino que nada, jamás, fue igual a estar corriendo en pata por la calle y escucharte gritar mi nombre para abisar que la leche estaba lista.
No es que no haya sido felis, sino que nunca más encontré un mundo más bueno y más hermoso que el que vos nos armabas cada dÃa.
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Comentarios
A: Conmevedor tu relato. Gracias por compartirlo.
A: Un abraso, Danielito.
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