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Colautti es kinesiloga y psicloga Adems es docente adscripta de la UBA y autora de trabajos de investigacin Foto Ral Ferrari
Colautti es kinesióloga y psicóloga. Además es docente adscripta de la UBA y autora de trabajos de investigación / Foto: Raúl Ferrari.

«Wenceslao», la primera novela de la psicoanalista Liliana Colautti narra una historia en dos tiempos y enfoca dos conflictos: la represión de los obreros de La Forestal, la compañía inglesa extractora de tanino en el sur del Chaco y el norte santafesino, que ocurrió en 1921, y la trata de personas, un flagelo aún vigente.

Ambos relatos se entrecruzan en la historia que publicó Ediciones Manutara, protagonizada por Wenceslao, un personaje en busca de su identidad, y Valle, una joven que lucha por sobreponerse a su destino.

«Qué vida de ausencias- piensa Wenceslao- sólo puedo llenar mi historia con extraños y delincuentes».

«A pesar de lo que estaba viviendo, pensaba que un hijo me iba a salvar de toda esta locura. Pero me hizo sentir el dolor más fuerte de estos años. Me lo sacaron. Me robaron lo único que me quedaba», se lamenta, al mismo tiempo, su madre, Valle, desde un prostíbulo en el que se encuentra secuestrada.

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La autora nació en 1964 en Esperanza, provincia de Santa Fe / Foto: Raúl Ferrari.

El tránsito del ensayo a la ficción de Colautti comenzó dentro de su campo de estudio: el psicoanálisis. Fue con «Y en la calle se cayó, el tropiezo de la subjetividad» (2019), un ensayo sobre la gente en situación de calle. Luego escribió «El retorno a Macondo» (2017) un análisis psicoanalítico de «Cien años de soledad», de Gabriel García Márquez.

La autora nació en 1964 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Es kinesióloga, egresada de la UBA, y psicóloga egresada de la Universidad Kennedy. Además es docente adscripta de la Universidad de Buenos Aires y autora de trabajos de investigación.

«Antes y ahora. La historia que se repite. La trata, el robo de bebés, el ecocidio y el extractivismo, la esclavitud y la búsqueda de la identidad, son los temas que se entrecruzan en esta novela», condensa en la contratapa del libro.

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«Busqué narrar lo que sufren las víctimas de trata y aunque mi personaje logra salir como una especie de reparación, dejo abierta la idea porque no tienen una gran sobrevida por las secuelas que deja la tortura» / Foto: Raúl Ferrari.

– ¿Cómo se gestó «Wenceslao», tu paso del ensayo a la ficción?
– Antes de Wenceslao escribí textos relacionados con mis dos profesiones. Ésta es mi primera novela. En la época de la pandemia trabajé como kinesióloga intensivista en el Hospital Muñiz. Creo que para sobrellevar ese momento tan oscuro, de tanta muerte, me aferré a la literatura, leyendo mucho y también escribiendo. Como digo siempre, el arte salva, y a mí me acompañó muchísimo. En ese camino surgió un taller de clínica literaria con Dolores Reyes, escritora a la que admiro, y que enriqueció mucho el proceso de escritura. Ser leída por otros y a la vez escuchar los textos escritos por otras compañeras genera un intercambio maravilloso. Escribir la novela y editarla llevó más de dos años.

– ¿El personaje de tu novela, Valle, una adolescente que es víctima de trata, tiene alguna relación con la «Cometierra» de Reyes, una adolescente del conurbano bonaerense?
– Son dos problemáticas diferentes, pero la relación que podrían tener es que ambas están atravesadas por la violencia, en un mundo en extremo violento, desde siempre. sobre todo con las mujeres. En «Wenceslao», las mujeres de La Forestal, en aquellos tiempos, fueron torturadas y violadas y Valle más acá temporalmente, fue víctima de trata. Los escenarios son diferentes, en este caso todo se desarrolla en el campo, el monte del Chaco santafesino, la ruralidad.

– Elegís para abrir la obra un fragmento de «enero» de Sara Gallardo que plantea otra problemática de la adolescencia: el embarazo temprano y la violación…
– Sí, elegí ese texto de Sara Gallardo porque me parece una escritora sublime. Quizás Valle tiene más que ver con la adolescente de «Enero», el ámbito rural, la violación… como decía antes, un flagelo que parece no tener fin.

Foto Ral Ferrari
Foto: Raúl Ferrari.

– Hablás de trata y de represión obrera pero tu visión del mundo es luminosa. Los personajes tienen un final feliz…
– Busqué narrar lo que sufren las mujeres víctimas de trata y aunque mi personaje logra salir como una especie de reparación, dejo abierta la idea porque las víctimas de explotación sexual no tienen una gran sobrevida por las secuelas que deja la tortura.

– El otro gran tema del libro, es el de la masacre de La Forestal, para el cual hiciste una investigación y citás bibliografía e incluís un resumen de cuáles fueron los hechos…
– La historia de La Forestal es muy interesante, bueno a mí me convoca mucho, tal vez porque soy santafesina… Es un conflicto que sucedió casi en simultáneo con el de la Patagonia, y que le costó la vida a 600 obreros y a la población originaria que era esclavizada. Pero también busqué narrar, además de las muertes humanas, el ecocidio que produjo el extractivismo del quebracho para conseguir el tanino que se usaba en las curtiembres. Desaparecieron especies y se agudizó el tema de las inundaciones y los desastres naturales.

– De todos modos, no elegiste casos concretos de trata o una víctima de la masacre de La Forestal, sino que tus personajes resumen cientos de historias…
– Es el reflejo de muchos casos, no de uno puntual. A veces la ficción nos ayuda y nos valemos de ella para soportar la realidad. Podríamos decir que es la historia de muchos en una historia.

– ¿Cómo pensaste la estructura de la novela? Hay dos historias paralelas: la de la represión en La Forestal y la de la trata de personas que terminan uniéndose.
– Claro. Está la historia de la resistencia de los antepasados de Wenceslao y la historia de la trata, que le suceden en dos momentos distintos a una misma familia. Son dos hechos, uno histórico y otro actual que hacia el final de la novela se unen. Y también está presente el tema de la identidad, lo inermes que nos deja no saber quiénes somos, de dónde venimos, que es la violencia que sufre Wenceslao. En realidad no pensé demasiado la estructura: primero surgió un personaje que era un pibe de una zona rural de Santa Fe en busca de su identidad. Después surgió Valle y el tema de la trata y la posibilidad de que estuviesen relacionados.

– Hablás del tema de la identidad y la contratapa resalta que los personajes sufren la «desertización de la subjetividad». ¿Están relacionadas?
– Claro. Se trata de la pérdida de la identidad como derecho. Es muy importante ya que toca algo del orden del ser, de la existencia, que deja al sujeto en una vulnerabilidad absoluta, por eso hablo de desertización, hay un arrasamiento de la subjetividad.

– Provenís del campo del psicoanálisis, ¿qué le aporta esa formación a tu literatura?
– Bueno, psicoanálisis y literatura son dos disciplinas que se entrecruzan, no están condicionadas pero hay un uso del lenguaje y también un trabajo sobre el recuerdo, el olvido y la memoria que podrían tener en común con el campo analítico y el trabajo en el consultorio. Tratar de rescatar lo olvidado, lo que está reprimido. En el caso de Wenceslao, el protagonista comienza a sentir un malestar que no puede identificar y que tiene que ver con su origen. Ahí comienza la búsqueda de su identidad, con olvidos y recuerdos.

– En la historia pretérita de La Forestal hay fragmentos que tienen otra tipografía, en cursiva, y son más líricos, como si representasen a la naturaleza…
– La propuesta de elegir otra tipografía fue de la editorial y me pareció bien. También busqué destacar en todo momento a otro personaje: el monte. Quise darle protagonismo a la naturaleza y contar cómo fue afectada por la explotación de La Forestal, los árboles, los animales, el tremendo ecocidio que fue cometido, pero la naturaleza está en toda la novela, la presencia de los animales que acompañan a Wenceslao en su búsqueda, el perro, el caballo y su vaca.

– El tema de la trata es un flagelo que sigue presente en la actualidad, pero el de la explotación de los recursos naturales también es un debate que adquirió nueva actualidad…
– Sí, los recursos naturales de nuestro país se ven amenazados. En aquella época por empresas inglesas que crearon pueblos, que los conectaron con ferrocarriles prometiendo trabajo y futuro y que con el tiempo instalaron la esclavitud de los pueblos originarios, la explotación obrera y el desmonte de los quebrachales. Y ahora, la historia sigue repitiéndose en los mismos escenarios y en otros.



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Fuente Telam