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Con Osías el Osito, el Brujito de Gulubú, una tetera y tazas de porcelana que invitan a tomar el té y libros por doquier, la Biblioteca Central de la provincia de Buenos Aires homenajea a la escritora y cancionista María Elena Walsh con una exposición, que se inauguró hoy en el día de su cumpleaños, y que propone a los visitantes un recorrido por las poesías de rimas disparatadas, cuentos y ensayos que hicieron soñar y pensar a niños y adultos.
Se trata de «Carambola y varita mágica. El universo poético de María Elena Walsh», una iniciativa impulsada por el Instituto Cultural de la provincia y el programa Buenos Aires lectora desde la Biblioteca Central de la Provincia de Buenos Aires, en las calles 47 número 510 de la ciudad de La Plata, que se podrá disfrutar de lunes a viernes de 8 a 18, con entrada libre y gratuita y que se inauguró este jueves, en conmemoración al nacimiento de la escritora un 1 de febrero de 1930.
El nombre de la muestra que se despliega en el hall, las salas y hasta la terraza de la biblioteca no es casual, «carambola y magia» son dos palabras que asociaba la escritora al hecho de escribir para las infancias y al uso del lenguaje en la poesía, y de ahí el recupero por parte de la institución.
«Mis cuentos son vigentes por esa preocupación, o esa carambola, de que siempre he querido estar entre los chicos, y no como adulto que se dirige hacia los chicos. Yo he querido compartir (…) Creo que hubo algo de carambola, si bien hubo algo de lo que siempre fui muy consciente: que no quería hablar desde la nostalgia, sino que la infancia era algo presente para mí», explicaba Walsh en una entrevista concedida a Mempo Giardinelli en 1987.
La cantautora tampoco tenía dudas de algo y así lo expresaba en la misma entrevista «la rima tiene su propia magia; es como un mecanismo inconsciente».
La directora de la Biblioteca Central, Gabriela Pesclevi, explica a Télam que si bien se estructuró la exposición de un modo clásico con un orden cronológico también se buscó jugar con ambos conceptos que atravesaron a Walsh: las carambolas y la magia. «Ambas expresiones walshianas nos conducen a reunir mundos: el de las acepciones, el de la magia, el de un cambio de situación, algo que se revela con alegría, el giro lúdico de la lengua, las expresiones antojadizas que rebotan de maravilla a través de lo sugerido; la reivindicación del juego y la lengua popular», remarca entusiasta.
Quien ingrese al hall se encontrará con el cuento «El país de la geometría», y ese país de hoja en blanco donde reinaba el Rey Compás que deseaba encontrar una flor redonda, para lo cual envía a su ejército de rombos, triángulos y trapecios a buscarla, sin lograrlo nunca, ocasionando la frustración del Rey hasta que «la señora línea» le aconseja para aliviarse bailar «siempre es mejor bailar y cantar». El Rey lo hace y al hacerlo «descubrió sorprendido que había dibujado una flor redonda».
«La búsqueda de una flor redonda es como la búsqueda que hace un o una lector o lectora para salirse de una recta y una biblioteca es una suerte de flor redonda, en el interior de los libros las cosas cuentan y cantan», explica.
Y mientras el visitante reflexiona en cuántas «flores redondas» buscamos en el afuera de manera frustrante, en lugar de mirar el potencial creativo propio, avanza hasta la Sala de Lectura donde no podrá dejar de sonreír al descubrir en los estantes a los personajes de El reino del revés: Osías el osito, el Brujito de Gulubù, Don Enrique del Meñique, El gato que pesca, entre otros.
En la Sala Conti las vitrinas exhiben la colección de libros de distintos momentos de María Elena Walsh, cuyo retrato aparece rodeado de flores de jacarandá de papel, mientras más alla, decenas de libros de poesías se ubican junto a la palabra «nonsense» -sin sentido en inglés, en alusión al juego de palabras en rima que parecían esconder un significado disparatado que hacía reír a los lectores.
«Hay un disparate conceptual típico de nuestra lengua que procuro recuperar», escribió María Elena Walsh, según un cartelito junto a otros tantos libros como Zooloco o Juguemos en el mundo.
Otro cartel que llama la atención es el que junto a más libros de poemas dice «nursery rhymes» (nanas) y eso permite al guía de la muestra recordar la primera infancia de María Elena, cuando su padre, de ascendencia inglesa, la hacía dormir cantándole las nanas que a su vez le habían cantado a él y que tenían mucho de absurdo y disparate. «El disfrute de los textos da lugar a la incongruencia, la voluntad del absurdo se abre sin pedir permiso; y eso nos cautiva porque también abre posibilidades de la gramática para volverla un asunto juguetón», remata Pesclevi.
En otra sector los visitantes podrán sentir que han entrado a una canción: La Canción para tomar el Té, ya que una mesa de mantel blanco vestida para una merienda atraerá su atención. Hay tazas, una Tetera «que sí se ve» y hasta un plato «timorato», junto a dulces y masitas.
En la terraza de la biblioteca un boceto del rostro de María Elena Walsh, con su mirada tierna, parece compartir, como ella quería, ese ratito de infancia a la que se retrotrajo cada visitante al contemplar esos libros y personajes tan queridos.
«La exposición estará presente con distintas acciones especiales hasta el día 19 de abril. En cada mes ponderaremos algo especial. En el mes de febrero nos dedicaremos enfáticamente a su obra para niñas y niños. En el mes de marzo a su visión crítica de cualquier tipo de censura y en abril haremos un repaso por sus últimos trabajos», anuncia feliz la directora de la Biblioteca, que recibe a cada visitante con un divertido juego de palabras, a lo Walsh, y les dice «te saludo con un muurungato que se pasea como la naranja».
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Fuente Telam